España-Portugal, pasando por Cataluña
Lesmes ha sufrido pesadillas esta noche pasada. Será porque le ha dado por leer a estas alturas la Historia de los movimientos, separación y guerra de Cataluña, de Francisco Manuel de Melo, pero el caso es que ha soñado que él era el Conde Duque de Olivares y consolaba a su señor el rey Felipe IV: "No se apure Su Majestad, que Montilla en el fondo no es malo y ya verá S. M. cómo lo del Estatuto no llega al río, por mucho Corpus de Sangre que nos monten los Segadores esos, y además, aunque Melo es portugués, me ha asegurado que mañana España le va a ganar a Portugal en el Cabo de las Tormentas por dos a cero, para que quede claro que lo del Tratado de Tordesillas fue una pifia del Papa-árbitro y es ya papel mojado y que Luis de Camoens tenía que haber titulado su poemón Os Espanholes en vez de Os Lusiadas. ¡Qué Cristiano Ronaldo ni qué niño muerto! En estos Reinos no hay nadie más cristiano que Su Majestad Católica...". Y así toda la noche en plan valido pelota. El radiodespertador le ha expulsado de la Corte blanda de las sábanas y ha oído a Rahola trinchando el pollo de la cuestión catalana en busca de las coyunturas: que si los derechos históricos, que si Vidal Quadras estaría más guapo callado, que Guerra vive ya en otro mundo, que a este paso nos tendremos que ir del partido si el Constitucional sigue pitándonos fuera de juego. Todavía en la duermevela dulce de las siete, Lesmes ha visto a la presidenta de alto Tribunal diciendo: "De esta tarde no pasa, que yo mañana quiero ver el partido tranquila, sin que Maria Teresa me llame para echarme la bronca, que ya está una harta, cuatro años llevamos con lo mismo, como si no hubiera otra cosa que hacer". Y Lesmes, que ahora es un juez con criterio independiente, como todos los demás, ha respondido: "Pues si tenemos que quedarnos aquí deliberando sin ver el partido, nos quedamos". Y ha sido entonces cuando han gritado todos: "¡A votar, a votar!", y han votado.
Como tantas otras mañanas desde que se jubiló, Lesmes ha despertado bañado en un sudor frío, que le ha durado hasta que ha comprendido que lo del partido España-Portugal le importa más bien poco, y lo del Estatuto, menos. Ha desayunado bien y ha seguido leyendo a Melo, a Camoens, a Pessoa y Espriu, siempre unas páginas mezcladas con otras y envueltas con algo de Aramburu y otro poco de Cabrera Infante, para no perder ese estado de culta inconsciencia en el que tan bien se encuentra.
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