lunes, 22 de junio de 2015
lunes, 15 de julio de 2013
¡Fiesta!
He visto los encierros cada mañana en directo, atraído por el caos que pastores y mozos de casta se empeñan en convertir en una cosa de orden. El periodista especializado va desmenuzando pormenores sobre cogidas, muertos por año, ganaderías más o menos peligrosas, montones y otras delicadezas. No puedo apartar la vista de la pantalla, lo confieso, a pesar de la repugnancia que me produce el espectáculo desde el momento mismo de la oración amenazante al patrón hasta el parte final de heridos que nunca logra conmoverme, qué le voy a hacer.
Sobra el color. La transmisión debería producirse en blanco y negro NODO, para evitar la distracción que producen los atuendos payasescos de quienes quieren ser distinguidos por sus novias, que se han quedado en casa. Así podríamos concentrarnos en lo esencial: la fractura abierta, la herida manando sangre o la muerte en directo y porque sí. Hemingway nos hizo un regalo envenenado con aquella novela mediocre, como todas las suyas. La verdad es esta fiesta de vino tinto, casquería y quirófano que nos hemos empeñado en convertir en seña de identidad nacional. El toro que se cebó la otra mañana en el bulto del bombero se estaba vengando de todas las humillaciones sufridas por sus antepasados, aquellos toretes bisoños con los que "El bombero torero" arrancaba las risotadas del respetable. ¡El respetable!
(La foto es de EFE)
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Jesús Arribas
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miércoles, 4 de julio de 2012
Crónica de Las Tunas
Las
Tunas, en el Oriente cubano, es una ciudad extendida a lo ancho, con gentes
amables que no acosan al viajero como ocurre en La Habana. He viajado hasta
allí para asistir a la presentación de dos libros de Caldeandrín: Tulipa, la novela de Mayda Anias y Siete entre cuatro, el libro de relatos que acaba de ver la luz. Mayda Anias en Las Tunas es un
personaje. No le han cerrado las puertas del reconocimiento, como suele suceder
con cualquier escritor o intelectual que se marcha a vivir al extranjero. La
han recibido con cariño. En Televisión-Las Tunas, Waldina, directora de
programas, pone en la parrilla de máxima audiencia la entrevista cuidada y
extensa con la autora para presentar Siete
entre cuatro. Me permiten estar presente en el estudio y puedo comprobar la
profesionalidad con que trabajan técnicos y periodistas con tan escasos medios.
La realizadora da paso a los cuadernos
del programa a ritmo de rumba, pero eso sí, muy seria. Y los dos comisarios
guardianes de la ortodoxia, uno en cabina y otro en el estudio, me parece
que se aburren. Carlos Téllez, otro director de programas, es acogedor con
nosotros.
A la una nos vamos a comer a El Ranchón: verá, amigo, si podemos almorzar en media hora nos quedamos, al camarero le sorprende tanta prisa, nos dice que sí y cumple con lo pactado. Una familia de gatos hace guardia ante la mesa y maúlla exigiendo lo suyo. Volvemos con el tiempo justo a los estudios de televisión. Desde allí, sin perder minuto, a la Universidad Vladimir Illich Lenin, ¡qué miedo!, para presentar Tulipa. Son las dos y media, una hora inusitada en España para celebrar otra cosa que no sea un almuerzo. Cae sobre la comitiva un sol que no entiende de revoluciones, pesado como una bandada de auras. El acceso a extranjeros está prohibido, pero Waldina y su equipo me colocan en medio, como si fuera un detenido, y cuela que pueda ser uno de ellos. Los claustros de la universidad están envejecidos, con manchas de humedad, pero limpios de pintadas y llenos de vida. Pasan estudiantes con sus bicis por las galerías porticadas y en la campa hay algunos caballejos pastando. Han llegado nubes del Oeste y oímos que se acerca una tormenta. Cuando entramos en el teatro (aquí sería el salón de actos) el público expectante nos regala sonrisas de bienvenida. Yalilis, jefa de departamento adjunta al Rectorado para lo concerniente a becas y residencia de estudiantes, presenta a la autora. Todos los asistentes han leído Tulipa y han descubierto en la obra la novela fundacional de Las Tunas: una Comala o un Macondo isleños. Le preguntan a la autora por la ascendencia del novelista cubano Guillermo Vidal (1955-2004) sobre su obra, ella la reconoce, se declara su amiga y desvela que Vidal tuvo tiempo de leer y alabar el primer capítulo de Tulipa. Mientras se celebra la presentación, diluvia durante media hora y surge del suelo un vapor sofocante, como el recuerdo del ciclón que soportó Primitivo Xiques, el protagonista de la novela. Firma de ejemplares y donación de algunos para la biblioteca universitaria. La televisión recoge una segunda entrevista para un programa nacional que no hemos llegado a ver porque se ha emitido cuando volábamos de vuelta a España.
La tercera parte del día es una tertulia gozosa de amigos en el Hotel Las Tunas. Invadimos la cafetería y hay ron Habana Club y Tu Kola (la versión castrista de Coca-Cola, por cierto muy buena) en las mesas. Yalilis, la gorda más guapa y más amable que he conocido, y Waldina, que han sido en otro tiempo alumnas de la autora en la universidad, cuentan viejas historias, todas buenas. Carlos Téllez me confiesa al final que le habría gustado conversar largo y tendido sobre el panorama literario en España, otra vez será, me abstengo de decirle lo que pienso, que panorama, lo que se dice panorama, no se ve, si acaso paisajitos, que aquí la cosa va por autonomías, pueblos y pedanías, no como allí. Y allí están también Rodolfo el bancario, Alexis el meteorólogo y Jorge Rosabal, un profesor con muchas horas de vuelo, retranca infinita y devoción por las mujeres, si son negras, mejor. Y Carlos, el marido de Waldina, que se ha empeñado en conservar impecable, con repuestos originales, un descapotable yanki de los años 50 en su más pura esencia, un artista lleno de inspiración que nos regala una escultura en barro cocido. Gente culta, creativa, entrañable, merecedora de más libertad, ¡carajo!, aunque ellos no lo declaren.
Es hora de volver a casa. La despedida es hasta pronto.
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Jesús Arribas
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domingo, 25 de marzo de 2012
Carta a Benedicto XVI
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La Catedral de La Habana (Foto de M. Anias) |
Va a encontrarse usted en Cuba con un pueblo entusiasta que lo va a aclamar con la misma fuerza que en el pasado reciente al Comandante un Primero de Mayo, a Silvio o a Sabina en un concierto, a la Virgen de la Caridad del Cobre en su paseo por la Isla hace unos meses, o a Chaves cada vez que viaja a darle un toque a su cáncer bolivariano. Así que no se deje seducir con la idea que sus curiales le soplarán al oído de que la fe está allí muy arraigada o de que el campo está dispuesto para la sementera. Cuba está esperando la siembra, es cierto, pero de muchas semillas: la siembra primera, la que puede llegarle del levantamiento ¡de una vez por todas! del bloqueo impuesto por el vecino del Norte, arrogante y humillado desde hace décadas por este pequeño país que se le ha enquistado como un forúnculo. Y luego están las otras siembras: la libertad de expresión y de acceso a Internet, para que no tengan que bostezar cada mañana con Granma, o por la tarde con la Mesa Redonda de la tele, conductora y escasamente informativa (ellos quieren aburrirse con más periódicos, como nosotros); la libertad de entrar y salir, sin tener que inventar estrategias muchas veces suicidas; la libertad, en fin.
Le van a recibir con entusiasmo y bulla porque la maquinaria del Estado así lo ha dispuesto, pero no se confunda. Es la misma maquinaria que convoca a través de sus CDR (comités de defensa de la Revolución) a los grupos de repudio para apedrear y destrozar la casa del disidente –su único refugio−, insultar a las Damas de Blanco que piden la liberación de los presos de opinión, y dar respuesta rápida a cualquiera que grite algo inconveniente mientras espera al camello que le lleve al Cerro. Y lo que es peor: entre quienes lo aclamarán a usted, estarán también los mismos que participan en esos “actos patrióticos contra el imperialismo yanqui”.
Que no se me olvide, Santidad. Lo mismo que ha hecho usted con el marxismo en México –condenarlo− esperamos muchos católicos de segunda o tercera fila, decepcionados, que haga en Cuba con el neoliberalismo y el capitalismo feroz, a ver si consigue que se nos borre de una vez por todas aquella lamentable imagen de su predecesor amonestando a Ernesto Cardenal, postrado de rodillas y recibiendo en público el sermón pronunciado con la ira de Dios.
Lo que más me gusta de su visita, Santidad, es que va a ser un respiro para los cubanos. Lo necesitan para seguir con el día a día que ellos llaman “la lucha”.
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viernes, 23 de diciembre de 2011
Tulipa
Caldeandrín Ediciones ha presentado el pasado día 20 la novela de Mayda Anias titulada Tulipa, la novela cubana de una autora cubana.
La obra ya era conocida en Cuba porque una parte de la edición fue distribuida allí hace unos meses. En el Oriente cubano, Tulipa ha sido como el viejo daguerrotipo que muestra aquella imagen del pasado en la que posan los parientes a los que todavía puede ponerse nombre. Aquí, la recepción es distinta, porque la narración es percibida como un ejercicio que no deja respiro desde el primer párrafo hasta el final. Ese envidiable barroquismo del español en la pluma de los autores "americanos" le deja al lector sin aliento. El léxico, la fraseología, el registro coloquial-vulgar en boca de mambises y guajiros y, sobre todo, la riqueza sensual de la prosa son elementos embriagadores para quien se decide a sumergirse en la ciénaga con el protagonista, el alférez Primitivo Xiques, o a padecer el ciclón en Guayabal en compañía de Gloria Yaqui, las más señora de todas las putas, como diría Sabina.
"Tulipa" es el nombre de una ceiba gigantesca que lleva plantada en Amancio (Las Tunas) hace más de un siglo. Yo he estado allí. Imposible abrazarla. La ceiba gigantesca ha reventado la acera y la calle donde la plantaron y ha resistido guerras, revoluciones, pintadas de los comités de defensa de la revolución y periodos especiales, hasta terminar convirtiéndose en un símbolo de resistencia para la autora.
Tulipa le ha exigido a su autora una larga investigación para hacer verosímil hasta la obsesión una historia que transcurre en los últimos años de la colonia y en el primer tercio del siglo XX, en torno al central azucarero "Francisco", creado por los Rionda asturianos. El resultado es que en la novela ha surgido uno de esos mundos (Comala, Macondo) nacido desde la imaginación del creador, pero tan real que entra a formar parte del atlas literario del lector. No sé si Mayda Anias es consciente de lo alto que deja el listón para próximas entregas.
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viernes, 2 de septiembre de 2011
Tulipa


Las historias me las había contado la escritora cubana Mayda Anias, que acaba de publicar su novela titulada así, Tulipa, en Caldeandrín Ediciones. Se fue a Cuba con dos maletas reventadas de ejemplares, como una repartidora de biblias, y estas semanas de atrás ha estado presentando la obra por Oriente. Ha vuelto más flaca y con las maletas vacías. Me cuenta que allí se han tomado Tulipa casi como un libro de historia: «A ver quién es este Primitivo Xiques. No eran cinco ceibas las que había plantadas, eran seis. Pues de esta Gloria Yaqui me acuerdo yo, que fue una que vivía en Guayabal. La logia estaba justo aquí. El Cusito este, mariconzón, yo creo que se lo ha inventado. El ciclón que arrasa Guayabal es el del 32». Cumple así el sueño de todo novelista: que los lectores confundan realidad y ficción creando un universo propio de tiempo y espacio, encarnando a los personajes inventados en otros reales.
Tulipa es una novela cubana, pero no exclusivamente para cubanos, a no ser que queramos compartimentar la literatura en español por naciones, regiones, comarcas y aldeas ─cosa que seguramente encadilaría a muchos aspirantes a ser ministros, consejeros, concejales o aunque sea alguaciles de Cultura─. Mayda Anias ha demostrado que la novela cubana puede ir más allá de los tópicos del último medio siglo. Su estilo narrativo, barroco casi siempre y a veces tajante como el de un parte de guerra, acredita el dominio de recursos de estilo muy originales y capacidad admirable para hacer brotar del pasado reciente el argumento. Los registros del habla coloquial y rural del Oriente cubano, manejados con la voluntad de estilo de la autora, han dado como resultado una prosa deslumbrante.
He tenido el placer de dirigir la edición de la novela. He contado con la diseñadora sueca Bea Bronsky para la cubierta y, después de dos o tres lecturas profesionales y otra, finalmente, de lector que busca que le cuenten historias, sé ahora palabras, expresiones y recursos del español de Cuba que desconocía. Soy mucho más rico.
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lunes, 27 de diciembre de 2010
Nochebuena en La Habana
Entonces va la Flaca y me encarga: "Mijo, ya que te vas delante, por qúe no te encargas tú de las fotos para mi libro". Y cómo negarme. Así que he pasado cinco días solo en La Habana que me han dejado quebrantado porque los habaneros ven en cualquier europeo, canadiense o neozelandés solo un yuma a quien exprimir: "¡¡¡Español!!!", así, a voces; "Español, pero no sordo del todo", le contesto a un abrasador que quiere colocarme unos puros, una paladar o una chica. La Habana Vieja es una ciudad bellísima y, a la vez, una de las más falsas del mundo (ya explicaré por qué en otro momento). Allí pretendo ejercer de viajero en vez de turista y eso los desconcierta. El último día, el 24 pasado, me sobra. El avión sale a las once de la noche, he terminado mi trabajo y tengo toda la jornada para recorrer los mismos sitios que ya conozco de otros viajes. Apenas se nota la Navidad, pero algunos signos sí van apareciendo: abetos iluminados en algunas tiendas, un belén en la entrada de la Catedral y vendedores de globos y guirnaldas en Mercaderes. La gente se desea felicidades y el taxista que me lleva al aeropuerto me cuenta que le espera su hermano para celebrar la noche en familia, pero que es excepcional. En el hall del hotel Ambos Mundos, un alemán duerme el mareo del enésimo mojito frente a un arbol de Navidad y su cabezota, desde la puerta, se antoja como un regalo chusco. El hall con su pianista y la habitación han sido estos días mi refugio, cuando la bullaranga de las calles y plazas me ha aplastado.
Son las seis de la tarde, ya es de noche. Veo pasar hacia Plaza de Armas un camión y músicos con instrumentos y allá me voy detrás, tratando de espantar el sentimiento de hallarme en tierra de nadie. En la plaza, todavía están los libreros de viejo, mis amigos, a la espera del milagro de que alguien quiera a esas horas un ejemplar de la revista Bohemia o una postal del Che conversando con Camilo. En unos minutos, frente al palacio de los Capitanes Generales, se monta la megafonía, colocan el estrado para el director y van sentándose los músicos. Los libreros abandonan sus puestos y forman con sus sillas un patio de butacas improvisado, y el resto de espectadores buscamos acomodo pegados a los músicos. Son los maestos de la Banda Nacional de Conciertos, conducidos por una joven directora que despliega ante ellos una armonía de expresión corporal en la que conviven ademanes de director clásico a la europea con otros de contenido desparpajo caribeño. Saxos, contrabajo, trompas y trompetas, oboes, cajas... interpretan melodías luminosas que no conozco y alguna canción de Navidad yanki que deja de ser imperialista por unos minutos. Una hora de concierto. Cuando finaliza, converso brevemente con la directora, le agradezco el regalo de la tarde y le anuncio que escribiré sobre el concierto, la experiencia más hermosa de estos días en La Habana. Es La Habana culta, que también existe. La Nochebuena en el avión es rara. Somos 49 pasajeros para 51 filas, así que colonizamos el monstruo a nuestro antojo. Iberia no ha preparado turrón ni cava, solo la bazofia de siempre y una fría alusión del capitán a la cosa de la Navidad. El sobrecargo no lleva gorrito de Papa Noel ni las azafatas cantan El pequeño tamborilero: un desastre; así que nos acostamos todos, a cuatro butacas por viajero y mañana Dios dirá. Levanto la cabeza por encima de mi fila y el panorama es desolador. No se ve un alma, excepto un viejo extravagante que, cuando le ofrecen té pide café, y cuando café, té hasta que logra sacar de quicio a la azafata. A la salida, la tripulación nos sonríe: "Feliz Navidad". "Eso", correspondo.
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miércoles, 1 de diciembre de 2010
Pablo Milanés en Ávila
Dices tú de concierto, jmrwinthuysen. El caso es que yo no quería escribir sobre Pablo Milanés para no despertar las iras del espía cubano que siempre está pendiente de lo que escribo en esta etiqueta y siempre para ponerme verde: lo más suave que me dedica es que no escribo "más que mierda". Pero vienes tú pinchando, como siempre, y ¡cómo voy yo a negarte nada! Verás:
El dúo Buena Fe (Yoel e Israel), que en Cuba goza de cierta fama, fue víctima del sonido deficiente que salía por las cajas de primeras filas pares. Desde el centro, estábamos más atentos a vuestra pelea con la sordera y el ruido que a sus mensajes plañideros sobre "la libertad bien entendida", o sea, esa que no existe. Demasiado larga y tediosa su actuación de teloneros. Luego llegó un vacío que la dirección escénica no supo cómo llenar: tan pronto sonaba algo grabado que parecía de Milanés, como se imponía un silencio medio a oscuras -la media luz la dominan- que nos hacía estar expectantes ante la salida del monstruo. Por fin salió Pablo Milanés, vestido con un camisón corto y deslucido que ha debido de dejarle Hugo Chávez en alguna de sus peregrinaciones para ver al Comandante. ¿Por qué hay que salir tan desaliñado -él y el dúo- a escena? ¿Por qué no toman ejemplo de los presos que llegan a España, acicalados y repeinados?
Y Pablo Milanés, ¿qué quieres que te diga? Mucho oficio y poca pasión. Nos tiene tan atados la memoria de sus conciertos y de su música, que le perdonamos la evidente desgana con que afrontó la horita y cuarto, hojeando partituras sin el menos entusiasmo e invitando al público a corear con él su Yolanda. Desde el centro de la sala, más bien atrás, un coro timorato de señoras respondía a la invitación poniendo voz de asistentes a la novena de El Carmen.
A la mañana siguiente, La Flaca va y se pone: "Ahora vas a enterarte tú". Y puso un disco de Pablo Milanés que sonaba a gloria. Así nos quitamos de encima la tomadura de pelo de la noche anterior. Lo que te digo, jmrwinthuysen, que se los veía sin ganas, como si no hubieran cobrado.
Me voy a Cuba la semana que viene huyendo de Raphael y de las doce campanadas -todavía no, que son los cuartos, ahora ya- hasta Reyes. Pablo Milanés interrumpió en Camagüey la gira que estaba haciendo por la Isla y va a reanudarla cuando termine aquí. Si lo veo por allí, ya te contaré, a ver si cantando gratis total ante 25.000 personas le sale algo menos mortecino. Me fijaré en el blusón.
Y ya lo has conseguido: si no me dejan entrar en Cuba, será por tu culpa. A la vuelta, prometo contar cosas de esas que ponen nervisoso a mi espía.
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martes, 13 de julio de 2010
Cubanos. Recepción en Barajas
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miércoles, 31 de marzo de 2010
Aquí no estuvo Hemingway
Un seguidor del blog, A.C., me saca del atolladero enviándome el artículo perdido, que él ha recuperado no sé muy bien cómo aunque me lo ha explicado. ¡Bravo!, ya no tengo que volver a escribirlo. Acusa el paso de los días, pero ahí va, que por mí no quede.
En el hotel Ambos Mundos de La Habana, junto a la Plaza de Armas, los guiris babean ante las fotos de Hemingway colgadas en una de las paredes del salón de entrada, convertido cada día en lugar de adoración. Tiradas las fotos de rigor, se aproximan a la barra, donde la agencia les ofrece un mojito. Vierais al camarero preparar a toda velocidad veinte mojitos en línea: vasos, hielo, hierbabuena sacada de una bolsa de plástico, azúcar, ron (escaso) y limón, mientras los guiris esperan reverentes como si se tratara de una ronda del Grial. Luego, por Obispo, se encaminarán al Floridita para hacer estación en uno de los locales más decadentes y cursis del mundo. Allí, seguramente, dos o tres hemingwais -barbas blancas, bermudas, sobrepeso y caras de borrachín putero- ofrecerán en un velador la estampa del tiempo que se fue para no volver.
Estos guiris no han salido del circuito turístico que les ha preparado la agencia, no han subido a un transporte público, no han entrado en una bodega donde se reparte lo que da la cartilla, no han pisado las calles de Marianao, donde nunca estuvo Heminway. Se han dejado seducir por el riqui-raca dulzón de un cuarteto en cualquier terraza y han seguido hacia Varedero. Entre no pisar Cuba para no hacerle el juego a los Castro como aconsejan algunos radicales, o ir allí con las orejeras puestas y el corazón inflamado en la hoguera del Che, como hacen los otros radicales, hay una tercera vía, muy vieja, por cierto. La del viajero que lleva los ojos abiertos para verlo todo: "los logros de la revolución" (¡mande!), y "la lucha", como llama la gente de la calle al difícil arte de salir adelante cada día.
Mi amistad con muchos cubanos, algunos de ellos insertos en el aparato hasta las cejas, no me ha impedido firmar el MANIFIESTO POR LA LIBERTAD DE LOS PRESOS POLÍTICOS CUBANOS, en el que me he encontrado a Vargas Llosa, Savater, Muñoz Molina, Elvira Lindo, Marsé y más gente poco sospechosa de sectarismo ni de pertener a la CIA.
http://http://firmasjamaylibertad.com/ozt/
Papito, Willy, Lola, Juan Diego, Pilar, Luis, ¡mijos, mierda!, echad una firma para protestar por la muerte de Orlando Zapata, a ver si podemos evitar la de Fariñas. Y luego podéis seguir cantando las excelencias del socialismo real y llenando la plaza con los aplausos de los habaneros, que nadie os lo va a impedir. Pero no confundáis la chercha de los cubanos con la adhesión inquebrantable, que es lo que a vosotros os tiene despistados. Dadle un puñetazo en el ojo al Hemingway y que se vaya a pescar a los cayos.
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martes, 30 de marzo de 2010
Castigo de los dioses
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