viernes, 2 de septiembre de 2011

Tulipa



«Tulipa» es el nombre de una ceiba gigantesca que ha sobrevivido en Amancio Rodríguez (Cuba) a todos los ciclones, asaltos, revoluciones, incendios, periodos especiales y campañas diversas. Algo desmochada y con alguna pintada de los amantes de la cosa ─¡Viva el CDR! (Comité de Defensa de la Revolución), recuerden nuestro ¡Vivan las caenas!─ sigue reventando la acera, invadiendo la calle con sus raíces y dejando constancia de que ella, como los cubanos, está dispuesta a aguantar lo que le echen. Cuando la fotografié el año pasado, sentí la emoción de encontrarme con un viejo del que has ido haciéndote con historias rotundas.

Las historias me las había contado la escritora cubana Mayda Anias, que acaba de publicar su novela titulada así, Tulipa, en Caldeandrín Ediciones. Se fue a Cuba con dos maletas reventadas de ejemplares, como una repartidora de biblias, y estas semanas de atrás ha estado presentando la obra por Oriente. Ha vuelto más flaca y con las maletas vacías. Me cuenta que allí se han tomado Tulipa casi como un libro de historia: «A ver quién es este Primitivo Xiques. No eran cinco ceibas las que había plantadas, eran seis. Pues de esta Gloria Yaqui me acuerdo yo, que fue una que vivía en Guayabal. La logia estaba justo aquí. El Cusito este, mariconzón, yo creo que se lo ha inventado. El ciclón que arrasa Guayabal es el del 32». Cumple así el sueño de todo novelista: que los lectores confundan realidad y ficción creando un universo propio de tiempo y espacio, encarnando a los personajes inventados en otros reales.
Tulipa es una novela cubana, pero no exclusivamente para cubanos, a no ser que queramos compartimentar la literatura en español por naciones, regiones, comarcas y aldeas ─cosa que seguramente encadilaría a muchos aspirantes a ser ministros, consejeros, concejales o aunque sea alguaciles de Cultura─. Mayda Anias ha demostrado que la novela cubana puede ir más allá de los tópicos del último medio siglo. Su estilo narrativo, barroco casi siempre y a veces tajante como el de un parte de guerra, acredita el dominio de recursos de estilo muy originales y capacidad admirable para hacer brotar del pasado reciente el argumento. Los registros del habla coloquial y rural del Oriente cubano, manejados con la voluntad de estilo de la autora, han dado como resultado una prosa deslumbrante.
He tenido el placer de dirigir la edición de la novela. He contado con la diseñadora sueca Bea Bronsky para la cubierta y, después de dos o tres lecturas profesionales y otra, finalmente, de lector que busca que le cuenten historias, sé ahora palabras, expresiones y recursos del español de Cuba que desconocía. Soy mucho más rico.

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