jueves, 3 de febrero de 2011

Heterodoxos y olvidados en Ávila

Adolfo Yáñez acaba de publicar su libro Heterodoxos y olvidados, una galería de retratos de personajes "de la cáscara amarga" (como los habría calificado mi madre) que constituyen las otras glorias de Ávila, las que nunca han estado en monumentos ni placas y ahora, poco a poco, van encontrando sitio en el callejero de barrios que tardarán un siglo en serlo. Aquí, ya se sabe, somos generosos. Estos "héroes oscuros", como los denomina Serafín de Tapia en el Prólogo comprometido que acompaña al libro, tuvieron que pagar el precio de su disidencia o de su ubicación en el ámbito de las minorías peor aceptadas, o simplemente de su rareza intelectual. En cualquier caso, siempre la incomprensión de la mayoría dominante les pasó factura.

En una prosa apasionada, como suele siempre prodigarse en su expresión cordial, el autor se alinea con el obispo Prisciliano, con el Mancebo de Arévalo (su paisano), con Carmen Díaz de Rivera o con los Masones, conduciendo al lector por esa senda que corre paralela al camino real por donde transita la mayoría, pero que acaba llevando al mismo destino: el conocimiento de la historia. Y ha conseguido un ensayo histórico que se lee con placer, una pequeña enciclopedia que, estoy seguro, se animará a continuar con una segunda entrega, porque son muchos otros heterodoxos y olvidados los que esperan el "levántate y anda" del autor. Uno, que tiende desde siempre a buscarle las vueltas a la historia oficial, se siente muy satisfecho cuando encuentra al amigo que también quiere desempolvar historias incorrectas, más en esta tierra donde todavía humea a veces el Brasero.
Adolfo Yáñez es un heterodoxo él mismo, así que no ha hecho otra cosa que escribir un libro familiar, un ensayo sobre sus predecesores. Y lo ha hecho por libre, como Dios manda, con una editorial independiente, Cuadernos del Laberinto. Eso salimos ganando todos. El libro no es solo recomendable, sino que llena un vacío de compendio sobre personajes que no eran desconocidos pero andaban dispersos sin un lazo que los compendiara en la carpeta de Ávila.

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