Una noche con Gabino Diego
A Gabino Diego le gustan las críticas, las buenas y las malas. Las colecciona, se las aprende y luego las suelta en sus actuaciones, engastadas en una antología de textos de fabricación propia eficacísimos. Me temo que esta no le va a valer, a lo mejor no llega a verla nunca ni falta que le hace, pero es el aplauso a su trabajo: en formato pots (¡huy, lo que he dicho!).
Gabino es ese chico feo y tontolhaba que siempre llegaba tarde a clase en el insti, al que tenía que ir la madre a llevarle el bocadillo en el recreo porque él se lo dejaba en casa. Así lo encasillaron desde el comienzo de su carrera: como un zangolotino que busca al abuelo gruñón al que no conoce de nada, como el joven rey que se empeña en ver a la reina en pelota en contra del plan de salvación del otro Diego-Juan, o como el pajillero que admira los procedimientos ex-peditivos del detective Torrente: en fin, la víctima que nos cae simpática y acaba siendo nuestro primo, ese al que hacemos objeto de todas las bromas pesadas.
Pues bien, con ese pasado juega en su espectáculo, sin cortarse un pelo, en un ejercicio de risa de sí mismo que le deja al espectador sin otra salida que aplaudir hasta romperse las manos de aprobación por lo que ve y de ternura por el personaje que compone. Gabino, con un registro de voces envidiable para quien solo tiene una y monótona (yo, sin ir más lejos) y unos cuantos gestos bien elegidos, puede ser su amigo Jorge Sanz, chuleta y practico; Carmen Mairena, salida y exagerada; Fidel Castro echando pestes en la mesa redonda contra el imperalismo yanky y los marincosones que no le comprenden, el poeta que ha descubierto que hay palabras como "maceta" que son poesía en sí mismas o su maestro Fernán Gómez mandando a la mierda a quien se le ponga por delante. ¡Ah, el hilo conductor de Gina Piccirilli, que bueno!
Lo que compone es más que un monólogo, de esos que se han puesto de moda y te suelta cualquier pelagatos en cuanto te sientas a tomar una copa en una sala medio a oscuras. Es la reválida de un grandísimo actor cómico, con unas ganas de agradar que le hacen parecer siempre el principiante que se presenta al casting con pocas esperanzas.
Gracias, Juan, por recomendármelo. De su parte y de la mía: busquen el espectáculo por ahí y vayan a verlo, verán cómo se olvidan durante hora y media de la crisis esa. ¡Crisis, dices tú de crisis!: la sala de cámara del Lienzo Norte, casi quinientas butacas, llena en las dos sesiones.
3 comentarios:
Se echa de menos en España más monólogos como este, tal vez más incisivos, en que la risa sustituya el monocorde monólogo (¿es redundante, Arribas?) de las aburridísimas tertulias de El Gato al Agua y todas las demás de radio y televisión. ¡No me explico cómo no se cansan! Todos los días dale que te pego con ZP, Rajoy..., qué se yo.
Que no nos va quedando más remedio que tomarnos a broma lo de una huelga en septiembre, un decreto que nadie aprueba, pero se aplicará, y hasta el fiasco de España en su debut en Sudáfrica.
si la sesion de las 8 y media no se hizo!!!
Pues a mí el argentino que me vendió las entradas por teléfono, me dijo: YA NO HAY ENTRADAS PARA LAS OCHO Y MEDIA. TIENE QUE SER PARA LAS DIEZ Y MEDIA (cagüengardel). Lo siento. ¡Ya me extrañaba a mí que hubiera tanta gente en Ávila dispuesta a reírse!
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