Bernaldo de Quirós, que compuso a Melibea
El pasado 26 de octubre José Antonio Bernaldo de Quirós Mateo presentaba en Ávila su libro titulado Comedia de Calisto y Melibea. Hacia La Celestina anterior a Fernando de Rojas. Bernaldo de Quirós, siguiendo el camino trazado por García-Valdecasas hace ya un decenio, ha procedido a razonar en un lúcido ensayo introductorio el tema espinoso de la autoría en La Celestina y a denunciar el saqueo al que Fernando de Rojas sometió a la comedia hasta convertirla en tragicomedia. Le sigue al ensayo una valiente edición de la Comedia, tal como pudo ser en su estado original, monda de mitologías, erudiciones impropias, sentencias humanísticas y otros ropajes cultos. Al lector atento le toca pelearse con el texto y aceptar la lectura de Bernaldo de Quirós o bien proponer mayor o menor poda en el texto clásico, el mismo que ha venido siendo canónico desde hace siglos por pereza editorial o por otros intereses más oscuros, relacionados con la marca de territorios en el campo de caza (investigación).
Me imagino a Bernaldo de Quirós en su larga tarea de limpieza, como un restaurador de pintura enfundado en su bata, eliminando repintes y barnices excesivos, desvelando fondos clarísimos ocultos por la suciedad, descubriendo marcas de antiguos propietarios, hasta dejar la pintura en su estado original. Toda restauración queda siempre sujeta a la opinión de la crítica y ya sabemos cómo se las gastan a veces los críticos cuando comprueban que alguien ha estado cazando en su coto privado; así que no sería extraño oír algún escopetazo. Pero mi crítica se resume en la siguiente confesión, dirigida a los estudiantes a quienes he explicado La Celestina con mayor o menor fortuna durante un cuarto siglo: “Lo siento, chicos. Buena parte de lo que os conté sobre la obra no era así. Hoy os habría recomendado que la leyerais en la edición de Editorial Manuscritos”.
Estos profesores de instituto, como Bernaldo de Quirós, que se alzan sobre la rutina de evaluaciones y tutorías, consejos escolares, recuperaciones y repescas, orientaciones y demás zarandajas, sacando tiempo para crear o investigar y escribir con excelencia sobre la materia que explican, se encuentran entre mis autores preferidos.
Me imagino a Bernaldo de Quirós en su larga tarea de limpieza, como un restaurador de pintura enfundado en su bata, eliminando repintes y barnices excesivos, desvelando fondos clarísimos ocultos por la suciedad, descubriendo marcas de antiguos propietarios, hasta dejar la pintura en su estado original. Toda restauración queda siempre sujeta a la opinión de la crítica y ya sabemos cómo se las gastan a veces los críticos cuando comprueban que alguien ha estado cazando en su coto privado; así que no sería extraño oír algún escopetazo. Pero mi crítica se resume en la siguiente confesión, dirigida a los estudiantes a quienes he explicado La Celestina con mayor o menor fortuna durante un cuarto siglo: “Lo siento, chicos. Buena parte de lo que os conté sobre la obra no era así. Hoy os habría recomendado que la leyerais en la edición de Editorial Manuscritos”.
Estos profesores de instituto, como Bernaldo de Quirós, que se alzan sobre la rutina de evaluaciones y tutorías, consejos escolares, recuperaciones y repescas, orientaciones y demás zarandajas, sacando tiempo para crear o investigar y escribir con excelencia sobre la materia que explican, se encuentran entre mis autores preferidos.
1 comentarios:
Ya, sí, fenomenal lo que cuentas, y o tuve unos pacientes de su apellido, que cada vez que enfermeban me recordaban, como avisándome de que no hacía que los curara mucho, que "con Bernaldo de quirós no puede ni Dios", pero, ¿qué me dices de la rotonda del cementerio, nueva variante del estilo grava nata y toffee que Ávila está regalando al mundo desorientado en sus modernidades? En este caso singular de vehemencia creativa, el artista ha aúnado toda la cursilería de sus piedrecismos rebuscados con la desolación del tronco seco. Me pregunto: ¿se pretende una simbolización del fin del mundo, ya que anuncia el vecino cementario? O más bien, en otra posible interpretación de esa decoración rústico tejana a la que sólo falta una calavera, lo que se señala es que acaba la urbe y se puede uno poner en botos y zajones y marchar al rodeo? Anda, ilumina un poco con tu persicacia la enésima vuelta de tuerca a la cursilización de la ciudad...
Juan
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