No era Yoigo ni Movistar
Mi amigo Juan Martínez de las Rivas me dice que le gustaría colgar en este blog su artículo, a propósito de un 'sucedido' que parece argumento para otro relato de los suyos. Pero no, no es ficción. Para que luego le pregunten al escritor de dónde saca las historias. Pues de dónde vamos a sacarlas: "de los acontecimientos consuetudinarios que acontecen en la rúa", que decía Juan de Mairena. Con mucho gusto le cedo la página.
No era Yoigo ni Movistar
Tarde de julio de 2012. De una soñarrera
postlaboral me despierta el teléfono fijo, un aparato que hoy sirve casi sólo
para que te llamen los que tienen tu número sin que se lo hayas dado. Una voz
de mujer imperiosa me pregunta si soy yo, es decir, el que se llama como el
nombre que me dice, y rompe a interrogarme. Hasta aquí todo es habitual. Menos
la pregunta: ¿Recuerda haber enviado una
carta a Alemania y otra a Francia hace dos meses? Meditaba yo con qué broma
de mi catálogo de consumidor escaldado defenderme del avasallamiento comercial
cuando soltó esa pregunta verdaderamente personal. Una presentación ciertamente
brusca la de esta mujer. ¿Quién es usted? Soy
abogada. ¿Cuál es su nombre? Me
llamo… (lo omito por el momento). ¿En un despacho, en la administración? Despacho. ¿Y porqué me llama y me interroga? No se preocupe, no es nada que tenga que preocuparle, es un asunto sin
importancia. Eso lo decidiré yo si me explica por qué me llama. Yo sólo quiero saber (no se rinde) si envió usted esas cartas… ¿Recuerda si
las envió por la mañana? ¿O fue por la tarde? Creo que es usted la que debe
explicarme cómo posee información de mi correspondencia… Pero si es una cuestión muy sencilla… (insiste), por si no se acuerda tengo delante las
carátulas (me asombra una vez más su atrevimiento), en una pone (pronuncia el apellido de un amigo de juventud y su
ciudad de residencia en Alemania) y en
la otra pone (pronuncia con la soltura de quien acostumbra a manejar
personas a su antojo el apellido de otro amigo de juventud y su ciudad de
residencia en Francia). Ambos amigos disponen en Google de cobertura amplia de
sus vidas y reconocidas obras. ¿Lo
recuerda ahora? Lo que recuerdo entonces y no digo a la entrometida es que
les envié en la primavera pasada sobres grandes sin certificar con manuscritos
literarios. ¿Le interesará la creación literaria? ¿Le cuesta esperar a que los
textos se publiquen? ¿Son sospechosos los paquetes con escritos? A cada segundo que transcurre me
parece más impropia la intromisión de esta mujer importuna e incapaz de
percibir límites para sus indagaciones. Pero
si sólo es una pregunta que no le cuesta nada responder… ¿se acuerda o no se
acuerda? Imaginemos que mi testimonio podría librar de condena a un
inocente defendido por ella. No cabe duda de que me lo diría. Pero por mucho
que pregunto no menciona el motivo de su intromisión. Su modo de proceder le
resulta de lo más normal y yo debo opinar lo mismo. Después de colgar el auricular
compruebo que existe una abogada de su nombre y apellido. Me dicen que fue
concejala en un periodo en el que denuncié ciertas actuaciones del Ayuntamiento.
Es de esperar que no guarde relación con la llamada que al parecer su marido
esté empleado en Correos. Ignoro si la abogada emprendió una corajuda
indagación profesional contra una peligrosa trama mafiosa, maquinó una
averiguación partidista o le urgía conocer un dato para resolver la apuesta de
unas cañas. Es probable que prefiera seguir callando a despejar las
imaginaciones que suscita pero quizá con esta nota al menos pueda alguien
avisarse de estos torpes manejos.
Juan Martínez de las Rivas
3 comentarios:
¡Grande Juan!
(Y qué miedo da Correos en estos tiempos que corren...)
besos a los dos,
K
Grande juan
K grande es juan
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