Carta abierta a Tulio H. Demicheli
(Foto del blog Demonios del mediodía)
Con tres décadas de retraso, he leído durante este mes de agosto la obra de Octavio Paz Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe. ¿Por qué te lo cuento? Durante la lectura, has cumplido el humilde papel de marcapáginas a pesar de mi resistencia inicial, tal vez porque yo sabía que en 1982, cuando se publicó aquella biografía, eras colaborador principal de Octavio Paz en la revista Vuelta (guardo un ejemplar de la revista que me enviaste entonces); también porque te sé nacido en la ciudad de México y, sobre todo porque, de haber vivido en los tiempos de sor Juana, estoy seguro de que habrías sido uno de aquellos caballeros criollos que la visitaban en el convento para admirar su inteligencia y dejarse seducir por su gracia y ambigüedad misteriosa.
¡Admirable la biografía escrita por tu patrón! Yo, que como sabes vivo en Ávila, la ciudad de otra monja de armas tomar, echo de menos una biografía de Teresa de Ahumada que se proponga establecer con los lectores, no necesariamente devotos, el compromiso de veracidad histórica y sociológica que Octavio Paz pactó con los suyos.
Díselo de mi parte, que a ti te escuchará mejor: que haber leído su Sor Juana... ahora, tan tarde, apagados los ecos mediáticos y de crítica, me ha proporcionado la perspectiva para descubrir que la obra es más que una biografía y más que un ensayo: es la carta de identidad de la sociedad novohispana, esa gran desconocida velada bajo el romanticismo de lo mestizo plasmado en tanto mural y tanto icono.
¡Ay, las trampas de la historia!
1 comentarios:
Para Octavio Paz esa biografía fue un proyecto que irá completando a lo largo de muchos años de su vida. La insolencia poética e intelectual y el genio de aquella luminosa mujer del Barroco novohispano le sedujeron desde su juventud. Y estoy de acuerdo contigo,Jesús: Teresa de Ahumada, insolente fundadora y mística del Renacimiento español, compañera de fatigas de Juan de Yepes (aunque menos peligrosa para la Inquisición, por más clara, razón, quizá, por lo que fue canonizada muchos antes), también merece una aproximación desprejuiciada, pero cómplice y apasionada, a la vez religiosa, cultural, literaria, psicológica y social, que ponga en valor su talla de mujer universal en el vibrante contexto de su época.
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