De ortografía. 1 / des(h)echado
METRO de Madrid.
Línea 2. GOYA.
Una exposición permanente recuerda la figura del maestro que ha
dado nombre a la estación. Se trata de los treinta y tres grabados de la Tauromaquia, la serie en la que Goya
decidió prescindir de cualquier asomo de lo artístico que puede ofrecer la
fiesta en beneficio de lo horroroso y lo zafio: moros desjarretando una res, la
cogida del alcalde de Torrejón, Martincho en una suerte que después evolucionó hacia
el «dontancredo», sabuesos acosando al toro, en fin, la tragedia protagonizada
por la chusma. El resultado es (¡qué le vamos a hacer!) una atractiva visión espeluznante de la fiesta que no
pudo superar ni el mismo Eugenio Noel, nuestro más radical antitaurino.
Y sumándose a
tanto horror, el escribiente del texto que acompaña a la serie se hace un lío entre
‘deshacer’ y ‘desechar’ y explica que Goya había…
deshechado,
así con H,
no sé que
grabados…
Ya no he podido
seguir atendiendo a las imágenes ni al texto. El escribiente de METRO de Madrid
me ha estropeado la reflexión: que la Comunidad de Madrid vela por la cultura
de los madrileños, la calidad de la educación, la enseñanza del inglés y hasta por
la catequesis. Que conste que esto (esto al menos) no es culpa de Carmena, que
el «desecho» lleva años en el andén sin que nadie lo haya desechado ni deshecho.
Claro que el admirable Goya también escribía muy mal (léase su epistolario) y ha
llegado a colgar sus cuadros en El Prado. Pero de esto que no se enteren
nuestros escolares, porque entonces estamos perdidos.
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