Museos particulares

Ahora recuerdo que un chico de cuando entonces enseñaba con orgullo todo lo que había ido sacando a hurtadillas de sus excavaciones piratas por los castros celtas. Se había convertido en un coleccionista que explicaba con magisterio el detalle de una fíbula o el estriado de un resto cerámico. Un día no pudo soportar el sentimiento de soledad que acarrea poseer algo valioso sin compartir la noticia, y fue y lo dijo. ¿Se habrá arrepentido?: a) de sus excavaciones de hace más de medio siglo; y b) de lo que nos contó y mostró. Tuve que reprimir mi deseo, lo confieso, de pronunciar aquella frase canalla que nos salía en los juegos de villanos que practícábamos en la plazuela: "parte o me chivo".
Estos días ha saltado la noticia de que cinco vecinos de Ávila estaban promoviendo un museo particular. Gente de todas las edades, porque nada hay que una tanto como el goce estético. Todavía están protegidos por la presunción de inocencia y solo son iniciales grabadas en el olmo viejo de San Vicente o La Santa. El más joven se llama D.T.R. y tiene 19 años, ¡angelito!; y el más viejo, M.H.M., ya va por los 73, que no sé como no le da vergüenza, ¡qué dirán sus nietos! Para que luego digan que hay desencuentro entre generaciones. Les ha unido su afición a las armas antiguas y modernas, a las rejas medievales, a la escultura y la pintura.
Así que, amigo de cuyo nombre no quiero acordarme (vaya, que no me acuerdo, que es lo que quiso decir Cervantes con la famosa frase, y no otra cosa), protege bien tu tesoro vettón si todavía lo conservas, que don César puede acabar con tu vocación museística. ¡Es que no hay forma de practicar el coleccionismo sin gastarse un pastón!