Dos frailes
Primer fraile.
Ayer asistí al Concierto de Año Nuevo en La Santa. Había que ir pronto para coger sitio (ya saben, aforo limitado, entrada libre hasta completar aforo). Cuando llegué, estaba diciendo misa el padre Segundo. No había vuelto a verlo desde que tenía veinte años (yo, no él) y le predicaba a la pequeña burgesía de Ávila desde el púlpito, como mandan los cánones, en la misa de once (había otra burguesía más señorita que iba a Santo Tomé a misa de doce). El padre Segundo ha acentuado el timbre quebrado de la voz, pero sospecho que podría seguir haciendo estragos en la conciencia de los pecadores. Era un espectáculo verlo entonces en el púlpito tronando contra las costumbres frívolas de cadetes y novias o advirtiendo sin miramientos sobre lo que Dios esperaba de sus criaturas. Estar en La Santa, sentado en los bancos, fue como volver a mañanas de domingo con los padres acicalados y la promesa siempre cumplida de un aperitivo en el Liceo.
Segundo fraile.
El concierto ofrecido por el Coro Gregoriano y la Orquesta de Cámara de la Santa, con Herminia Ruiz Amat como soprano invitada, fue dirigido por el padre Bernaldo de Quirós. No haré la crítica, que sería buena. Me quedaré con el fraile. No sé si el público leyó con atención el programa, pero resulta que la armonización y orquestación de muchas de las piezas interpretadas es suya. O sea, fray Bernaldo de Quirós dirige el coro, dirige la orquesta, crea la armonía de acompañamiento y compone la música para la orquesta. Le sale la vena de profesor de conservatorio: si la orquesta arranca mal, no disimula, manda parar y comienza de nuevo. A mí este fraile, que no sabe dónde meterse cuando tiene que corresponder a los aplausos, me sorprende cada día más. Cuando explica por qué está allí la soprano para interpretar Els cants dels ocells, lo hace con naturalidad y sencillez, "es que es catalana", dice. Otro se hubiera perdido en erudiciones y ringorrangos. No sé por qué, este fraile me ayuda a comprender el papel profesional que jugaban los antiguos maestros de capilla, como Sebastián de Vivanco, que componían música y letra de los villancicos para las fiestas, dirigían a los mozos de coro y concertaban a ministriles y organistas, todo junto.
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