lunes, 1 de febrero de 2010

La mercera

Feliciana Piris es una mercera de Barcelona. En las fotos aparece con el gorro de lana y el marido a la puerta de su tienda Blau Mari, (azul marino en catalán). Puedo imaginarla tras el mostrador, despachando cordoncillo: "¿no lo tiene más fino?, solo necesito un metro, son setenta céntimos"; buscando unas agujas de hacer punto: "para una bufanda que le quiero regalar a mi hijo", "mire, salen uno poco más caras, pero es que son de bambú, no hay comparación"; atendiendo a una señora que conoce de vista: "a ver si tienes algo con frutas para una labor de petit-point, que voy a estar en la clínica por lo menos dos semanas y no quiero colgarme de la tele, anda guapa"; recomendando una cremallera de doble cursor: "mira que bien corre y qué ligera es". Solo ella sabe lo que cuesta mantener la tienda abierta, en competencia con los grandes almacenes donde puedes comprar un calefactor, contratar el seguro y merendar, todo junto.
Hasta que un día entra en la tienda un yordi, con sus gafitas sin montura, el portafolios de piel y el carné de comisario lingüístico, no se llama así el oficio pero es lo mismo. El yordi no ha dado golpe en su vida, no ha arriesgado nada nunca. Es sobrino de la amiga de un consejero de la Generalitat, sabe un catalán de oficina más que de rambla y se dedica a mirar los carteles de las tiendas para comprobar si cumplen con la ley de rotular en catalán: "Oiga, ahí pone textil hogar y tapicería sedas lanas y fantasía, todo en castellano, tiene usted que cambiarlo". Y Feliciana, que debe de estar hasta el gorro de lana de tanta gilipollez, dice que bueno, que lo quitará. "No, no, quitarlo no, cambiarlo". Pero Feliciana, terca, lo quita y a los pocos días vuelve el yordi y le notifica que le ha sido impuesta una sanción de 1.200 euros.
Esta es la historia de la mercera, una rebelde que desde hoy coloco en la colección de heroinas de todo a cien, junto a la estanquera de Vallecas, Loles la pescadera de Parla y Geroma la castañera del Rastro.
Al yordi dels cullons lo coloco en la otra colección: la de los dos millones de funcionarios que tienen que justificar el puesto cada mañana en ayuntamientos, diputaciones, gobiernos regionales, ministerios y satrapías diversas. Son los que arrojan burocracia a raudales y ensucian la imagen de los otros funcionarios, los que sí hacen algo o todo lo que pueden a diario. A los yordis hay que correrlos a gorrazos a los acordes Els Segadors.

2 comentarios:

kika... dijo...

bravo!

y eso que soy funcionaria...

besos!

Una que piensa dijo...

He oído que en Andalucía la profesión que quieren ejercer muchos de los que aún piensan en ir a la universidad es la de funcionarios. Me pregunto, si ZP quiere llegar a una economía sostenible, ¿con qué sostendrá a los millones de funcionarios que hay regados por toda España? Y el día que no haya gente en el campo, ¿qué vamos a comer, incluidos los funcionarios? Y de paso, ¿hay muchos de ellos en paro? Porque yo sé de diputaciones donde los del cuerpo C hacen horas extras y todo y sacan casi otro salario en el asunto. Me alegro de que alguien ponga el dedo en la llaga.

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