sábado, 8 de mayo de 2010

¡Esto es la leche!

Hoy he descubierto, mientras esperábamos la llegada de los últimos votantes a la urna, que en Ávila, seguramente en otras partes también, podría hacerse un estudio generacional a partir de la leche; mejor dicho, de cómo nos llegaban las primeras leches (las líquidas) que nos daban, una vez superada la lactancia y los polvos. Sería el tema para una tesis: "Estudio generacional a través de la recepción láctea"; o algo así, que ya se sabe que una tesis como Dios manda debe llevar un título que eche p'atrás. A lo que iba: Ana Primera añoraba aquella leche momificada en pequeñas pirámides de plástico que el repartidor te llevaba a la puerta de casa. Ana Segunda y Vicente cuentan que algún importante empresario (hoy) comenzó repartiendo leche por las calles con unos bidones de donde se llenaban las lecheras de las vecinas, póngame un cuartillo sólo, y a mí dos cuartillos y medio. Y yo, niño de la posguerra 'pordiosespañaysurrevoluciónnacionalsindicalista', ¡mira que era largo aquello!, soy de un tiempo en el que los lecheros llegaban al Mercado Chico con las cántaras en las burras, no sé porque digo 'burras' siempre, para que los de Sanidad les hicieran la inspección, a ver si se habían pasado con el agua. Mi amigo Juanito, que tenía la vaquería familiar por La Encarnación, decía que es que había que echar agua, porque si no, la leche sabía muy fuerte, el muy jodío.
Nuestros chicos de hoy van a reconocerse como la generación que vio ríos de leche corriendo por las calles, como en los mejores tiempos del Antiguo Testamento, cuando Yahvé complementaba la dieta de su pueblo con leche y miel. Es escandaloso que la leche, el alimento que nos mantiene suspendidos del mito de la teta materna desde la cuna al tanatorio, sea a la vez objeto de promoción en los supermercados y calderilla para los ganaderos. Ahora van a poner máquinas de leche por las calles, ¿a la puerta de las farmacias, como las expendedoras de condones? Tendremos que buscar la lechera desportillada para ir por los pueblos a buscar la leche que se cuece y hace nata para las rebanadas de la merienda. Yo estoy dispuesto a organizar un comando que vaya a comprar los tomates, los huevos, la leche, lo que sea por los pueblos. Sería como resucitar el concepto antiguo de la Tierra de Ávila. Podría ser el arranque de una revolución fisiocrática que le plante cara a los especuladores canallas. Pero, eso sí, que al Ayuntamiento no se le ocurra restaurar la caseta del Fielato en el Puente.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

La tía Chivera me confesó que para que no cambiara la densidad de la leche y pasar las inspecciones municipales lo mejor era la orina. No de bacín, no. Meaba directamente en la cantarilla y a otra cosa.

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