La plaza de la victoria
Como parte de la vergüenza histórica que en todas las épocas ha acarreado la política de los vencedores, el Mercado Chico en Ávila estuvo llamándose durante cuarenta años Plaza de la Victoria. Las cosas volvieron a su ser con la democracia, hasta el verano de 2010, en que la plaza recuperó, si no el topónimo fascista, si el significado aunque fuera de manera polisémica. Porque el Mercado Chico ha vuelto a ser la plaza de la victoria de España frente a Honduras, Chile, Portugal, Alemania, el mundo, en fin; también de la victoria de la barbarie municipal sobre la ciudadanía.
Se advierte que lo que sigue puede herir la sensibilidad del lector.
Miércoles 7 de julio. Diez y media de la noche. Decido salir para ver el ambiente tras el resultado del partido Alemania-España: 0-1, con un golazo del catalán Pujol. La plaza de la victoria apesta a alcohol. Chicos y chicas con aspecto y ademanes desaforados chapotean en una laguna de bolsas de plástico, envases, banderas nacionales que sirven de cojíin, vidrios rotos y restos de comida. Algún padre, como un Cristobalón, sostiene en hombros al niño para que se vaya entrenando pare el futuro. Las jaimas a 3.000 euros por jeque hacen su negocio de manera guarra, ¡quién se acuerda ahora de la higiene! Decidimos ir por El Rastro hasta El Grande, a tomar un helado donde haya algo más de moderación. Una panda de hinchas nos increpan a voces pidiendo que los invitemos mientras las vuvurelas aturden el ambiente. Oe, oe, oe...Vuelvo a la plaza de la victoria, por pura curiosidad. Ya hay menos gente. Un conjunto hace lo que puede por entretener a unos cuantos con la música a todo volumen. Ahora se ve mejor la alfombra de porquería porque hay menos pies chapoteando. Un cubo de la basura, uno, cerrado es el testimonio de que el Ayuntamiento lo tiene todo previsto. Junto a San Juan, dos cabinas amarillas que hacen de wáter chorrean orín por debajo del suelo de plástico. A la puerta de la Oficina de Atención al Extranjero (solo es un decir) un borracho "sacando la minga muerta, lloriquea y hace pis" (la cuña es de Valle-Inclán, pero me vale aquí). En la puerta de San Juan, en la antigua posada, en la fachada este de la Diputación, en Zurraquín, en la antigua Plaza de Abastos hay regueros de meadas, vómitos. Huele a letrina de taberna. ¡Oe, oe, oe! ... ¡España, España!
Ya puede el lector quitarse el pañuelo de la nariz.
Le oigo decir a algún concejal que todo este programa le da vidilla al centro histórico, que ya se sabe que está necesitado de más acción. Los que vivimos por aquí somos gente de poca importancia, pacientes con los corrales de palomas que el Ayuntamiento no quiere exterminar porque ¿qué van a decir los ecologistas?, pacientes con las restricciones frecuentes para entrar en el garaje, pacientes con el guardia que te pone mala cara porque pretendes descargar una compra grande cerca del portal de casa, pacientes, vaya. Pero lo que de verdad queremos los ruanos es que la plaza de la victoria vuelva a ser El Chico, la plaza principal de Ávila-ciudad Patrimonio de la Humanidad, con sus terrazas, los niños correteando por las tardes, el mercado de los viernes y alguna que otra recepción o cabalgata. La mugre, mejor se la llevan ustedes a otro lugar, ya que no parece molestarles o no saben evitarla, no sé muy bien.
1 comentarios:
Yo también estuve allí por las mismas razones; quiero decir, para ver qué era aquello después del silbato final del partido. Me parecía haber vuelto a las fiestas de san Francisco, en mi pueblo, con el "meao" cortiendo calle abajo a media noche y secándose al sol caliente del otro día. ¡Ya viene la plaga!, cantaré el día 11 cuando España se enfrente a Países Bajos.
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