miércoles, 17 de octubre de 2012

La Biblioteca de Los Serrano

La biblioteca es el lugar de los libros, aunque sea una pequeña habitación de la casa o una librería; pero los libros también son la biblioteca.


La biblioteca, con los años, absorbe los hábitos de su dueño, sus preferencias de lectura, si las tuvo y no se limitó a almacenar lomos en función del color o la encuadernación. Una biblioteca puede contar con miles de libros y valer muy poco; pero tal vez con treinta o cuarenta sea una librería exquisita. La Biblioteca Nacional de España, en Madrid, es un laberinto custodiado por un ejército de guardias de seguridad, sobre todo después de que Rosa Regás se dejara robar los ptolomeos y lo revolviera todo. Entra el investigador y se ve sometido a severos controles: bolsillos, ropa, cuadernos. El silencio es absoluto. Mientras lees, en la sala Cervantes, un guardia vigila que solo escribas con lápiz, que abras el libro con cuidado, que no te apoyes indebidamente en él, que tu mirada no le resulte sospechosa, así que estás deseando salir. En la biblioteca del Corralón, en Ávila, el panorama es distinto. Allí reina un bullicio familiar. Puedes pedir la vez a otros jubilados para leer el Diario, poner la oreja y escuchar un bonito discurso a favor o en contra del gobierno, tomar un cafelito de máquina con el libro a tu vera, pedir un préstamo (de libro, se entiende), sacar una peli de Pepe Isbert, y estudiar apuntes, muchos apuntes, todos los apuntes del curso porque llegan los exámenes y la biblioteca se convierte en sala de estudio. Que no se te ocurra entonces sentarte a consultar nada, porque los chicos te miran a ver si eres amigo de los padres o de los abuelos y has ido a espiarlos. En la biblioteca del Corralón se programan clubes de lectura, se pronuncian conferencias, algunos presentamos nuestros libros, otros exponen obra. Cumple muy bien con su función de biblioteca pública y abierta.
Entre el silencio envarado y venerable de la Nacional y el ambiente familiar y amigable del Corralón se sitúa un tipo de biblioteca universitaria y de consulta, más especializada: me vienen a la memoria las bibliotecas del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, o la Biblioteca Regional de Madrid, o las Bibliotecas Hispánica e Islámica de la Agencia Española de Cooperación Internacional.
De lo macro a lo micro: viene a cuento esta iniciación casera a la bibliotecología porque corre la especie de que la biblioteca de la Obra Social de Caja de Ávila, en apuros y en trance de cerrar, puede terminar en los plúteos de la Universidad Católica. ¿Por qué en la UCAV y no en un centro de la Universidad de Salamanca de nuestra ciudad, o en una instalación de la Universidad a Distancia? Ya sabemos que cada cual hace con sus libros lo que mejor le parece; pero ¿cómo se ha formado el fondo de la biblioteca de la Caja?, ¿con qué dinero?, ¿solo con imposiciones a plazo fijo de los católicos?, ¿cuáles son los méritos de la UCAV para heredar un patrimonio bibliográfico que, aunque no sea de primer orden, sí fue formado con buen criterio para que las principales áreas del saber estuvieran bien representadas? ¿O se trata de una donación de aquellas que hacían las viejas marquesas cuando morían sin herederos: ¡hala, todo para los frailes!?
Aporto una sugerencia: crear una biblioteca universitaria de la que se beneficien estudiantes e investigadores de la UCAV, de la USAL, de la UNED, los investigadores de la Gran Duque de Alba y de todas la instituciones habidas y por haber más lo que van por libre, especializada también en temas regionales, como la Biblioteca Joaquín Leguina de Madrid. Y llevarla al Palacio Caprotti (yo prefiero llamarlo “de Ochoa de Aguirre”, ya explicaré por qué), para que conviva allí con otros espacios culturales y artísticos que llenen de contenido el restaurado caserón. Una biblioteca de referencia para la bibliografía de la ciudad,  la provincia y la región, que recoja fondos hoy dispersos y en trance de acabar perdidos. Las bibliotecas tienden a la atomización si no se cuidan, si no hay alguien que se empeñe en conservarlas. Recuérdese lo que pasó con la del Marqués de San Juan de Piedras Albas: una parte en la actual Biblioteca Pública del Corralón, después de haber pasado por la antigua Casa de la Cultura, otra en poder de herederos, y muchos libros en manos de particulares, me consta, aunque no pueda desvelarlo.

La Obra Social de la Caja ha sido de todos. De todos debería ser su biblioteca.

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