domingo, 7 de octubre de 2012

"Piel roja" de Juan Gracia Armendáriz

El Jardinero me lleva a Madrid a la presentación de Piel roja (Demipage), la novela de Juan Gracia Armendáriz.
Acabo de leer su anterior entrega, Diario del hombre pálido, segunda de la «trilogía sobre la enfermedad». Tengo pendiente leer la primera, La línea Plimsoll. La presentación es en La Central, la librería que acaba de abrir en Callao, un enorme cuarto de estar en el que sentirse a gusto revolviendo antes de pasar por caja.
El Jardinero me presenta al autor. Le digo que acabo de leer su Diario… y que no puedo decir que me ha gustado porque me parece que el juicio no encajaría con la novela, pero que pocas veces me ha conmovido tanto una narración. Me da las gracias con cortesía y con gesto de extrañeza que no sé interpretar, hasta que ayer encontré en Piel roja la respuesta: «En la consulta me encuentro con un hombre que me saluda afectuoso. Ha leído Diario del hombre pálido y me felicita. No sé qué decir, salvo agradecerle sus palabras con una frase amable y tópica. Los halagos me enmudecen.» Lo mío no es un halago. Soy torpe para expresar críticas favorables cuando una lectura no me gusta (lo que me ha acarreado más de una desafección) y lo más que el autor puede arrancarme en tales casos es un ambiguo ¡muy interesante! que a nada compromete. No he sido un gran lector de relatos patográficos. Leí demasiado pronto Pabellón de reposo de Cela y más tarde tuve que estudiar con detalle El libro de la vida doliente: Del hospital, de Ciges Aparicio, para un ensayo que estaba escribiendo. Me quedó de la primera un tremendo sabor a algarroba fermentada y de Ciges, el cansancio de la truculencia sostenida; así que perdí la afición, que no recuperé ya con Thomas Mann ni Gil de Biedma. Tal vez, por eso, suelo regalar a mis amigos cuando están enfermos El libro del convaleciente de Jardiel Poncela, pero eso es otra historia.
Piel roja, como la anterior entrega, es un «por ejemplo» de lo que el autor expone en un artículo reciente sobre cómo concibe la relación entre enfermedad y literatura (recomiendo leerlo):
http://www.unav.es/nuestrotiempo/firmas/literatura-y-enfermedad
Resumo mis impresiones le lector: una mirada compasiva en la que pueden convivir el humor distanciador y la introspección reveladora de las limitaciones personales del enfermo; una mirada compasiva también para contemplar a los otros enfermos, incluso a alguno más mezquino que los demás (advierto de que el adjetivo es mío); excursos breves que aparecen sabiamente soldados al cuerpo principal del relato, como demostración de que el narrador-autor tiene otra vida fuera de su dependencia, que esta es circunstancial, que quiere contar otras cosas (la tarde de la presentación lo prometió); y una expresión narrativa contenida, donde no tiene cabida el expresionismo feroz que me alejó del género. La estructura en forma de diario invita al lector a adoptar la actitud de quien está descubriendo el secreto de otro. Narración excelente, en suma.
Ya no leo narrativa contemporánea si no es por recomendación; así que gracias, Jardinero, por haberme descubierto a Gracia Armendáriz.

Nota al margen.- De ahora en adelante, en mis próximas estancias hospitalarias como enfermo o acompañante, procuraré mirar de otra manera aunque no prometo nada. He pasado por malas experiencias.
 
(Hizo la foto El Jardinero.)

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