"Piel roja" de Juan Gracia Armendáriz
El Jardinero
me lleva a Madrid a la presentación de Piel
roja (Demipage), la novela de Juan Gracia Armendáriz.
Acabo de leer su
anterior entrega, Diario del hombre
pálido, segunda de la «trilogía sobre la enfermedad». Tengo pendiente leer
la primera, La línea Plimsoll. La
presentación es en La Central, la librería que acaba de abrir en Callao, un
enorme cuarto de estar en el que sentirse a gusto revolviendo antes de pasar
por caja.
El Jardinero
me presenta al autor. Le digo que acabo de leer su Diario… y que no puedo decir que me ha gustado porque me parece que
el juicio no encajaría con la novela, pero que pocas veces me ha conmovido
tanto una narración. Me da las gracias con cortesía y con gesto de extrañeza
que no sé interpretar, hasta que ayer encontré en Piel roja la respuesta: «En la consulta me encuentro con un hombre
que me saluda afectuoso. Ha leído Diario
del hombre pálido y me felicita. No sé qué decir, salvo agradecerle sus
palabras con una frase amable y tópica. Los halagos me enmudecen.» Lo mío no es
un halago. Soy torpe para expresar críticas favorables cuando una lectura no me
gusta (lo que me ha acarreado más de una desafección) y lo más que el autor
puede arrancarme en tales casos es un ambiguo ¡muy interesante! que a nada
compromete. No he sido un gran lector de relatos patográficos. Leí demasiado
pronto Pabellón de reposo de Cela y
más tarde tuve que estudiar con detalle El
libro de la vida doliente: Del hospital, de Ciges Aparicio, para un ensayo que estaba escribiendo. Me
quedó de la primera un tremendo sabor a algarroba fermentada y de Ciges, el
cansancio de la truculencia sostenida; así que perdí la afición, que no recuperé ya con Thomas Mann ni Gil de Biedma. Tal vez, por
eso, suelo regalar a mis amigos cuando están enfermos El libro del convaleciente de Jardiel Poncela, pero eso es otra
historia.
Piel roja, como la
anterior entrega, es un «por ejemplo» de lo que el autor expone en un artículo reciente
sobre cómo concibe la relación entre enfermedad y literatura (recomiendo
leerlo):
http://www.unav.es/nuestrotiempo/firmas/literatura-y-enfermedad
Resumo mis
impresiones le lector: una mirada compasiva en la que pueden convivir el humor
distanciador y la introspección reveladora de las limitaciones personales del
enfermo; una mirada compasiva también para contemplar a los otros enfermos,
incluso a alguno más mezquino que los demás (advierto de que el adjetivo es mío);
excursos breves que aparecen sabiamente soldados al cuerpo principal del
relato, como demostración de que el narrador-autor tiene otra vida fuera de su
dependencia, que esta es circunstancial, que quiere contar otras cosas (la
tarde de la presentación lo prometió);
y una expresión narrativa contenida, donde no tiene cabida el expresionismo
feroz que me alejó del género. La estructura en forma de diario invita al lector
a adoptar la actitud de quien está descubriendo el secreto de otro. Narración
excelente, en suma.
Ya no leo narrativa
contemporánea si no es por recomendación; así que gracias, Jardinero, por
haberme descubierto a Gracia Armendáriz.
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