domingo, 24 de febrero de 2013

Alcaldes sin sueldo

Lo he dicho en SER-ÁVILA
Les prometí a comienzos de curso que no hablaría de política    y va a parecerles que hoy incumplo aquel propósito, pero ya verán que no aunque a primera vista lo parezca. Y es que oír noticias en estos tiempos se está convirtiendo en un ejercicio que me recuerda aquella sopa al cuarto de hora, cuando la cocinera interpretaba que la receta consistía en echar allí cuantas sobras hubiera a mano: estos higaditos que aparté del pollo antes de entrar en el horno, un poco de chorizo que sobró, cuatro puntas de espárrago, un poco de pescado que he reservado, un huevo duro, unos tacos de jamón medio rancio, medio pimiento rojo, algo de arroz; que luego el ajo, la cebolla, el pimentón y algo de picante se encargarán de enmascarar el carnaval de sabores. Era una sopa que convenía comer llevando a la cuchara separados los ingredientes.
Algo así pasa ahora con las noticias: yo creía que me estaban hablando de Bárcenas, pero no, se cuela por la derecha Urdangarín, por la izquierda el exministro Blanco, ahora los ERE de Andalucía, luego los Pujol, aquí las escuchas ilegales, allí el exmarido de la ministra metiendo en el garaje un Lincoln que se ha encontrado no sabe cómo, los responsables de la tragedia de Madrid-Arenas de perfil, el capo de los empresarios pagando a sus empleados en negro, y los docentes y los sanitarios en la calle, y los de las Preferentes… y cuando ya parece que no cabe más en la receta, va el Gobierno y anuncia la reforma local.
Procedamos como con aquella sopa al cuarto de hora de cuando entonces para evitar la tentación de decir que todo es corrupción, descrédito de los políticos, choriceo y trinque a mansalva. Así que aparto un ingrediente, el de la reforma local, oigo y leo las intenciones del gobierno: los más de setenta mil millones que nos vamos a ahorrar en buena parte limitando los sueldos de los ediles de poblaciones pequeñas. Tiro de agenda y busco los teléfonos de cuatro amigos que son alcaldes en pueblos de la provincia de Ávila y que han sido elegidos en las pasadas elecciones por cuatro partidos diferentes. Haré un trabajo de campo, aunque ya conozco el resultado, así que los llamo más bien pidiéndoles autorización para traerlos hoy aquí. La pregunta es: ¿Cuál es tu sueldo como alcalde?
Localizo a Benito Zazo, alcalde Solosancho por el PSOE, en un descanso de sus clases: «Ningún sueldo», me dice. «Es una cortina de humo y las cuentas están mal echadas. Dicen que van a eliminar el sueldo al 82% de los concejales, cuando ocurre que solo está cobrando sueldo un 3%». Y se extiende en una explicación que les ahorraré porque estos días de atrás se la hemos escuchado en los medios.
María Ángeles Bartolomé, alcaldesa de Hernansancho por UPyD: «¿Qué cuánto cobro? , pero Jesús, ¿cómo me preguntas tú eso?». Y le entra una medio risa floja. Le explico que hago la pregunta para mi colaboración de hoy en la SER y pasa de reírse a animarme: «No te preocupes, que lo vas a hacer muy bien, estoy segura», como cuando de niño tenía un examen. ¡Ah, el instinto maternal!
Llamo a Fernando Martín, alcalde de Gotarrendura por el PP: «Tú sabes de sobra lo que hacemos en el pueblo, nuestras iniciativas, el empeño en hacer que Gota ocupe un lugar destacado entre los pequeños municipios. De sueldos nada, cero».
Y la cuarta llamada, como en los concursos, es para la alcaldesa de Pradosegar por IU, María del Rosario Barroso, Charo para los del pueblo: «No solo no tenemos sueldo. Si te descuidas, a veces puede ocurrir que se nos arrime algo. Muy de tarde en tarde, en las reuniones de Mancomunidad nos dan 50 euros para gasolina que no cubren los gastos. Esas son todas mis dietas». Y me habla de la temida concentración de municipios que se anuncia: «No me imagino de alcaldesa pedánea».
En fin, que el breve y fácil trabajo de campo ha servido para apartar un caso de esta causa general abierta en España contra la cosa pública. Hay miles de alcaldes (¿diremos «de políticos»?) que siguen ocupándose de los vecinos de su pueblo sin poner el cazo ni llevárselo crudo.
A esta sopa todavía le falta un ingrediente esencial: algo de esperanza.

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