sábado, 23 de marzo de 2013

Diseñador de rutas

Un amigo, pongamos que se llama Graciano, se ha hecho imprimir unas tarjetas en las que puede leerse: “Graciano del Camino. Diseñador de rutas”. Con los efectos del paro prolongado, o te desesperas, o luchas por encontrar tu nicho de mercado dándote de alta como autónomo o emprendedor para buscar salidas a la crisis (noto que se me está pegando el lenguaje “a los efectos”, sintaxis y léxico de diseño para tiempos concretos, iba a decir puntuales, pero no). Graciano del Camino llegó a la conclusión de que podía haber una oportunidad en lo de diseñar rutas mirando a su alrededor una tarde en la que había salido a pasear su paro y se asomó al valle Amblés desde el mirador del Rastro, como era su costumbre y, al volverse, se encontró con la escribanía en bronce que era hito o memoria del Camino de la Lengua Castellana. Lo de menos era que la ciudad ya hubiera decidido borrarse de la fundación, lo importante es que a  alguien en su momento se le había ocurrido abrir una ruta, y algún beneficio estaría obteniendo de ello, en dinero o en especie, en empleo, programas impresos, visitas y viajes, cualquiera sabe. Era una ruta más a sumar a los cien caminos de Santiago, la ruta de la reina Isabel I de la tele de Arévalo a Segovia y de Segovia a Arévalo, la Ruta del Hereje en Valladolid, la del emperador Carlos a su retiro de Yuste, la de los Castros y mil más.
Graciano del Camino, que adolecía de baches abismales en cuanto se refiere a cultura (de hecho no sabía dónde nacía el Ebro ni quién fue Nebrija, ni falta que le hacía, pensaba, porque él nunca iba a presentarse para maestro en Madrid), Graciano se dijo a sí mismo: lo mío es la política y el famoseo, yo de eso sí que entiendo. Y se puso manos a la obra. Ya está bien, siguió reflexionando –que es mucho decir−, de hitos y conmemoraciones. Lo que a la gente le interesa no es eso, sino la más rabiosa actualidad.
Y fue así como Graciano del Camino preparó dosieres y powerpointes para “poner en valor” (esta era su expresión favorita) los potenciales turísticos de ciudades y provincias concretas. Ese es el origen de iniciativas hoy tan consolidadas como LA RUTA DE BÁRCENAS, que incluye una visita a su despacho de Génova; EL CAMINO DE SÁNCHEZ GORDILLO, con viajes programados a las fincas ocupadas y compras en los supermercados asaltados; EL VIACRUCIS DE RUIZ MATEOS, que arranca de la mismísima plaza de Colón en Madrid y termina en el estadio del Rayo Vallecano; EL CHAFARDERO DE PONFERRADA, con parada en el ayuntamiento, el bar donde toma carajillos Ismael Álvarez y la casa donde vivía la víctima antes de tener que abandonar el pueblo. La ruta más frecuentada y la más cara de las diseñadas es la del DUCADO DE PALMA, que exige al menos dos semanas e incluye pasajes de avión para visitar la famosa rampa de los juzgados en Mallorca, el palacete de Pedralbes, la Zarzuela, el puerto de Valencia, las instalaciones del Barça, las oficinas centrales de Teléfonica y, si se desea el paquete completo, Washington.
Si la historia y la gastronomía ofrecían campo, la política y la delincuencia de guante blanco eran un vivero de ideas inestimable. Así es como Graciano del Camino, diseñador de rutas, ha encontrado un nicho de mercado y forma parte hoy de la legión de emprendedores mayores de cincuenta años, un colectivo abandonado a su suerte porque el gobierno estima que a esa edad ya se está libre de hipotecas. Graciano del Camino está diseñando una ruta más para Ávila que piensa registrar como LA RUTA DE BANKIA. Va a arrancar de Los Serrano, pasará por el antiguo Pepillo y saldrá al campo para visitar los centros sociales y oficinas que CAJA DE ÁVILA tenía repartidos por la provincia y hoy ya son "salones con ángulo oscuro”. Un sugestivo plan de turismo arqueológico.

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