Ángel "Botas"
Ayer ha fallecido Ángel Muñoz, "Botas" para todos los que lo conocían. Él presumía del apodo y contaba cómo se lo pusieron los compañeros en la escuela, con el mismo orgullo de un noble que describe sus armas. No era un amigo de toda la vida, sino de los últimos tiempos. Un día entró en la librería, "mira a ver si te interesan estos libros", claro que me interesaban, y me los regaló. No hubo manera de convencerlo de que nosotros comprábamos. Desde aquella tarde -cosa poco habitual en esta ciudad- quedó sellada una amistad que consistía en intercambiar historias y también algunos regalos: podía llegar con una bolsa de cangrejos, "dónde los has cogido", y él contestaba "en la farmacia de Guerras", que era su manera de decir que eso no se pregunta; o con unos boletus con receta incluida, o con un reportaje de Diario de Ávila enmarcado que nos mencionaba, "quiero verlo colgado ahí mañana mismo con las demás fotos". Su vida, según la contaba él, ha sido la aventura de alguien que no dejó pasar una sola oportunidad de pasarlo bien. Incorrecto y entrañable, vociferante y cariñoso, un tipo chapado a la antigua que siempre traía a mi memoria aquellos "chicos de los barrios" que a mi madre no le gustaban "porque no te convienen", y a mí sí porque sabían muchas cosas que los niños de arriba desconocíamos: cómo cazar jilgueros con liga, cómo fabricarse un buen tirador, dónde se podían pescar ranas. Iba a ofrecerle escribir con él la novela picaresca de su vida, pero no ha habido tiempo. ¡Ay, el tiempo!, nuestro peor enemigo! Descansa en paz.
1 comentarios:
Añado que el Botas, por conocer, conocía a Cuba como esos viajeros antiguos; me contó de sus andanzas por zonas no aptas para turistas, conversnado con la gente de los barrios habaneros que no se enseñan porque no están en la "ciudad antigua", pagándole un trago de güisqui a quien lo consideraba un lujo allá, en un "chiringuito" frente al Malecón. A ver si un día coincidimos en La Habana, te voy a enseñar La Habana de verdad, le dijo a Jesús en mi presencia, con ese desparpajo de agravios imposibles... Podría seguir, pero sería otro post. Falta un personaje a la ciudad, de esos irrepetibles que, desde hoy, podría serlo en la literatura.
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