Fulgencio Argüelles en Ávila
El
pasado día 4 de marzo pasó por Ávila el novelista Fulgencio Argüelles, invitado
a participar en el Club de Lectura que dirige María José Bruña en la Escuela Universitaria de Educación y
Turismo de Ávila. Me lo había anunciado dos meses antes El Jardinero, viene a
hablar de “El palacio azul de los ingenieros belgas” [Acantilado, 2003] por si
quieres leértelo. Sus sugerencias de lectura son más bien prescripciones y, por
mi cuenta, sumé “Los clamores de la tierra” [Alfaguara, 1996]. Para “El
palacio…”, Argüelles ha buscado la voz narradora de un niño, aprendiz de
jardinero, que cuenta la historia desde su perspectiva y solo desde su visión,
dejando zonas de sobrentendido al lector, con un estricto cuidado de la
estructura narrativa y una riqueza de vocabulario deslumbrante.
He vuelto al
Mieres de las visitas de infancia que recreé en un capítulo de “El cuento de
todos los días”, cuando el Caudal bajaba negro por su cauce y los geranios de
Alberto, el maestro de párvulos, amanecían cada día con las hojas vestidas con
el polvo del carbón que todo lo invadía, y a la lectura de los “libros mineros”
de Ciges en su etapa socialista (“Los vencedores” y “Los vencidos”) y he
buceado en el recuerdo de una de mis lecturas de infancia: “La aldea perdida”
de Palacio Valdés. Pero nada comparable con el diseño de este niño, Nalo, que
nos introduce en las Asturias minera de 1920-1934, y de personajes femeninos
que parecen extraídos de las páginas en offset de un Blanco y Negro de aquellos
años.
Asturias es una ensoñación histórica
en “Los clamores de la tierra”. Lo que uno leyó sobre el reinado de Ramiro I en
el Padre Mariana o en Sánchez Albornoz se ha convertido aquí en una novela con
mucho más que el puro argumento: el relato sobre un tiempo altomedieval que
deja ver al trasluz un proceso de investigación histórica y antropológica poco
frecuente en estos tiempos, en que el género de la novela histórica se ha convertido en la mayor tomadura de pelo
del mercado editorial.
Volver a Oviedo ya no será lo mismo desde ahora, subir
al monte Naranco para ver la ciudad en construcción desde Santa María no será
posible sin oír los gritos de dolor del traidor Nepociano, las profecías del
sabio Magilo y los proyectos de Arbidel.
Ahora soy yo quien recomienda.
Busquen los libros de Fulgencio Argüelles y déjense de leer historietas
adobadas con mercadotecnia. Recuperen el antiguo gusto por la mejor literatura
y abandonen la novela de ketchup y pepinillo.
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