martes, 20 de octubre de 2015

Orquesta de desaparecidos

Francisco Javier Irazoki acaba de publicar (septiembre de 2015) Orquesta de desaparecidos en Hiperión. Desde aquella tarde en que el autor nos puso en las manos el libro en su casa, a dos pasos de La Bastilla, como remate pudoroso de una velada inolvidable para que ya no cupiera un minuto de elogio, Orquesta de desaparecidos ocupa lugar de honor entre la docena de libros no más—  de la biblioteca íntima cada vez más expurgada que me acompaña en este tramo. He tenido el privilegio de recibirlo —me he vuelto muy fetichista en esto de la literatura— en el espacio donde ha sido escrito, repasado, ordenado, en el “Portal 2” que da título a uno de los textos.

Estuve a punto de rebuscar en la papelera por ver si encontraba algún borrador que diera cuenta de alguna redacción provisional, de un texto corregido, de una primera versión. Habría planchado el folio arrugado y lo habría puesto en mi caja de documentos sagrados. Y he disfrutado de su primera lectura en París, durante los viajes en autocar o en el RER hasta el hotel ¡ya casi en Normandía! Hasta aquí la ficha sentimental, en la que incluyo como nota imprescindible la conversación de Bárbara interesándose por lo que la Flaca contaba sobre Cuba.
Orquesta de desaparecidos es un libro de poesía aunque la prosa de los textos pueda descolocar en principio al lector que necesite del género y la talla antes de enfundarse en él. Casi ninguno de los poemas sobrepasa las dos páginas, lo que invita a la morosidad. Textos que se muestran con apariencia de narrativos van adelgazando párrafo a párrafo hasta acabar convertidos casi en aforismos. En algunos palpita la experiencia, la nostalgia luminosa del recuerdo infantil o de juventud; en otros se siente la tentación de trocear la prosa —si acaso dejando algún encabalgamiento— para convertir la frase en verso libre. En realidad, ya lo es. Los textos (poemas) se integran en la unidad del libro transcurriendo armónicamente desde lo más anecdótico de las primeras páginas a lo esencial, como si el poemario estuviera siendo sometido en su progresión a un proceso de depuración radical.
La foto es de Barbara Loyer
Su lectura me reconcilia con la poesía, que tantos desalientos me produce desde hace años. No sé si habrá más de media docena de adjetivos literarios en todo el libro. Aquí el pensamiento y la emoción se han construido con lo esencial, prescindiendo de cualquier artificio. El poema “Orquesta de desaparecidos”, que presta el título al libro, despierta la emoción motivada por el repaso de las edades. “La casa de mi padre” es un himno de lectura imprescindible para cuantos se sientan infectados por el virus nacionalista. “Oración laica” enseña a orar al margen de cualquier creencia, a solas con el humanismo universal y particular.

Hay en las páginas de este libro sinceridad y compromiso íntimo con lo que de verdad importa. Gracias, Zoki.

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