sábado, 26 de mayo de 2012

Siete entre cuatro

Siete entre cuatro es el nuevo título que nuestra editorial, Caldeandrín Ediciones, acaba de publicar. Después de darle muchas vueltas al posible título (se trata de cuatro autores y de siete relatos), nos inclinamos por lo obvio. Mayda Anias, la editora, "pues yo no lo veo claro", y yo "que sí mujer ya verás como pega". Y ha pegado. La foto de portada, espléndida, es suya. Esta tomada una mañana de la Navidad de 2010 en la calle Mercaderes de la Habana y contiene más significado del que aparenta. Dos relatos de Juan Martínez de las Rivas: El verbalista y El problema de la solución de los problemas, repletos de la mejor guasa literaria; dos relatos de Mayda Anias: Conejos en la pradera, una prosa deslumbrante sobre tema cubano y Hacedme merced de enviarme unos palominos, que fue galardonado con el premio en el XI Certamen Internacional de Relato Corto La Moraña en 2010; un relato de Míriam de Castro: Veintidós postales, que le augura una carrera literaria brillante (estén atentos); y otros dos míos: El festín del Quijote y La batalla temerosa, actos de venganza contra personajes que me vampirizaron, el primero en el periodo en que presidí la Sociedad Cervantina en Madrid, y el segundo en los años que dediqué a la investigación del tema de San Segundo de Ávila.
Presentamos el libro el martes pasado, rodeados de amigos y fieles seguidores. Gracias, gracias, gracias.
El libro ya está en las librerias de Ávila y, gracias a Santi Palacios, en las librerías de Madrid Sin Tarima (Príncipe 9) y La Fugitiva (Santa Isabel 7) y en la caseta 299 de la Feria del Libro que se inauguró ayer en Madrid.
Escribir este libro con Mayda, con Juan y con Míriam ha dado ocasión para demostrar que los autores no siempre se arrancan la piel a tiras entre sí y con los editores.
Estamos pensando en irnos a Cuba, a descansar unos días, es un decir, porque allí no hay quien pegue ojo hasta las cuatro de la mañana con la música, y a presentar la novela de Mayda, Tulipa, y Siete entre cuatro, en la Universidad Vladímir Ilich Lenin de Las Tunas, donde nos han invitado. Podía haber ocultado lo del Vladímir... y haber escrito Universidad de Las Tunas a secas, pero es que me me gusta a mí esto de sentarme en los orígenes en tiempo de epígonos. A lo mejor cuento la experiencia a la vuelta.

sábado, 19 de mayo de 2012

Medrano centenario


Los Medrano son una familia de libreros e impresores-editores. He conocido a cuatro de las cinco generaciones y guardo recuerdos de infancia y adolescencia que tienen como paisaje de fondo la vieja librería de Reyes Católicos. Mi padre me mandaba allí a comprar los impresos de compraventa de fincas y pegujales que a él le habían encargado los familiares o amigos del pueblo. Allí me compraron el misal de la primera comunión con pastas nacaradas, broche e impresión a dos tintas. En Medrano comprábamos el material escolar al comienzo de curso: los libros, la regla y el cartabón, los cuadernos de apuntes, el bloc de dibujo y la tinta china. Los primeros libros que compraron mis padres recién terminada la guerra fueron adquiridos en Medrano: un Quijote de Águilar-Joya en 8º que todavía conservo y que me ha acompañado en enfermedades y alifafes como lectura de convalecencia, es mi Quijote preferido para la cama; y el volumen primero de las Novelas de Pérez Galdós, también de Aguilar en 4º menor, que mi madre leyó casi hasta el final de sus días.
Años más tarde, ya casi terminado el bachillerato o en los primeros años de carrera, íbamos los amigos del insti a la librería a visitar la trastienda. Nicasio Medrano (2ª generación) nos permitía entrar allí para rebuscar viejos títulos de la Austral y rarezas a precios asequibles. Fue uno de los santuarios iniciáticos de esta adición incurable por los libros antiguos, raros y curiosos que nunca ya me ha abandonado.
Con el tiempo Pedro y Rafael Medrano (3ª generación), en sus librerías de Reyes Católicos y Santa Ana, han pasado a ser vendedores de mis libros y de los títulos de nuestra joven editorial Caldeandrín, siempre atentos y comprensivos, contradiciendo la vieja tradición que dice que autores, editores y libreros andan permanentemente a la greña, lo que suele ser cierto.
Ayer en Los Velada, después de otorgar un premio de reconocimiento al historiador José Belmonte y al dibujante José Luis Serna, brindábamos por el futuro con los Medrano de 3ª y 4ª generación, mientras la 5ª correteaba ya por el salón.
Hace unas semanas he visitado el museo Plantin Moretus en Amberes, uno de los templos del libro, regentado por una familia durante siglos. Ojalá que los Medrano tengan tan larga vida.

martes, 15 de mayo de 2012

Recortes en Ávila


Lo he dicho en la SER esta mañana.

Cada mañana amanecemos con un susto nuevo, lo que puede llevar a que dejemos de asustarnos, convencidos de que lo nuestro es un simple estado de ánimo, que estamos tristes o un poco deprimidos, vaya, y que lo que necesitamos es una tanda de sesiones de terapia de grupo o algo de psicoanálisis; pero lo grave es que nuestro psicoanalista argentino, que vendió las acciones de Repsol a tiempo, está empezando a asustarse también porque sabe que no se trata de un síndrome ni un complejo, sino simplemente de que están disminuyendo las consultas y los pacientes han vuelto a los confesonarios porque les sale mucho más barato. Lo que ocurre no viene en los manuales o en los tratados que desarrollaban las doctrinas de Freud o Jung.
¿Cómo entenderán en el futuro los estudiantes de Economía el fenómeno de los 5 ó 6 millones de parados en la nación que poco antes había sido la undécima potencia económica del mundo? ¿Cómo se explicará el fenómeno cuando hayan pasado cuatro generaciones, es decir en 2099?: “Pues lo que pasó –contará el abuelo– es que los bancos se empeñaron en que los clientes debían aceptar préstamos para adquirir inmuebles, las inmobiliarias vieron el negocio e hincharon los precios, a más altos precios mayores y más fáciles de conseguir los préstamos, hasta que el sistema reventó por sí mismo y todos, prestatarios y no prestatarios tuvieron que acudir en socorro de bancos y cajas, para que los más ricos y los políticos que se habían sentado en los consejos sin la menor idea de economía ni de ética social pudieran seguir siendo ricos o políticos o ambas cosas, como ocurrió aquí mismo en Ávila, donde se cumplió el paradigma con un presidente de caja que podía decir, como el personaje de Mihura en Tres sombreros de copa: ‘Yo soy el señor más rico de la provincia’, ¿has entendido, hijo, el porqué de aquellos recortes?” “Más o menos”, responderá el chaval. “En fin, que podía habértelo dicho como se decía entonces: que nadie da duros a peseta”.
Pero los recortes de todas las crisis tienen nombre y apellidos. La otra tarde, en Pradosegar, conversaba con Marcos, un niño de doce años listo como un conejo de monte. Iba a empezar en septiembre la ESO en el colegio público de Muñana, como se acordó hace años para atender racionalmente a esta población dispersa de chicos de los pueblos; pero la Junta de Castilla y León ha decidido de repente que no: que ni Marcos ni 6 niños más de Muñana, 2 de Amavida, 1 de Villatoro y uno más de Cepeda de la Mora podrán estudiar allí, a pesar del informe favorable de la Inspección, sino que tendrán que venir a la ciudad a diario, al instituto Jorge Santayana. Aunque alguna familia hubiera querido matricular a su niño o a su niña en un colegio, tampoco habría podido porque el plazo de preinscripción ha terminado a primeros de abril y la decisión de la Junta ha llegado el otro día. ¿Lo habrán hecho a propósito o serán así de torpes?
“A mí sí me gusta el Santayana –aclara Marcos–, pero es que son 90 kilómetros o más todos los días y me voy a tener que levantar a las siete de la mañana, y cuando quiera volver a casa para comer ya son las cuatro y media de la tarde, y en invierno...”
Muchos días –pienso– se cruzará por el camino con el presidente que viene o vuelve de su pueblo por esa misma carretera, agotado de tanto consejo de administración, tanta inauguración, posado, aplauso y “ánimo tú déjalos que digan ladran luego cabalgamos”.
Marcos y sus compañeros harán 500 kilómetros semanales, 2.000 al mes: para que el aeropuerto de Albacete pueda seguir prestando servicio a 937 pasajeros al año (es decir, a 2,3 pasajeros al día) o el de León siga abierto para los 130 pasajeros al mes que tuvo el pasado abril; para que la televisión de Castilla y León siga con sus reportajes de hora y media sobre aquella romería de honda raigambre; o para que los 17 parlamentos, ¡17!, continúen evacuando leyes, reglamentos, ordenanzas y todo tipo de papeles duplicados e inútiles.
Cómo no vamos a estar indignados, aunque no vayamos todas las tardes a las asambleas de El Grande. Cómo vamos a permanecer callados cuando comprobamos que los recortes afectan más a los más débiles, a quienes no han tomado parte en el festín reciente y ahora tienen que alimentarse de consejos y reprimendas.


¿No les da vergüenza? ¿No le da a usted vergüenza, señor presidente?


jueves, 10 de mayo de 2012

Premio para Moneo



Rafael Moneo cumple 75 años el mismo día que recibe la noticia de que le ha sido otorgado el Premio Príncipe de Asturias 2012 de las Artes, porque su obra “serena y pulcra… enriquece los espacios urbanos” y porque “deja una huella propia en cada una de sus creaciones”, según el comunicado que se ha hecho llegar a los medios. Y luego la prensa pone de relieve obras muy señaladas como la ampliación del Museo del Prado y la Estación de Atocha en Madrid, el Kursaal en San Sebastián o el Museo de Arte Romano en Mérida. Busco con ansiedad entre sus realizaciones la remodelación del Mercado Grande en Ávila, pero nada, es inútil, lo dan por amortizado.
Me gusta la arquitectura de Moneo, no puedo negarlo. El Prado y, sobre todo, su libertad de envolver el Claustro de los Jerónimos en líneas clásicas impecables me parece un ejercicio brillante. La Estación de Atocha ha dejado de ser el escenario de la picaresca en blanco y negro de la posguerra. El Kursaal es un navío espléndido varado en el astillero urbano del paseo. Pero el Mercado Grande, con su edificio de terracota al que le sobran dos plantas, dos, es imperdonable. A cualquier artista se le puede ocurrir una parida, pero los arquitectos municipales y de la Junta, el alcalde y su concejal de Urbanismo, el baranda de Patrimonio, todos los responsables, en fin, de aquella actuación tienen nombre y apellidos. Se debería perpetuar su memoria grabando los nombres y los cargos en una placa que se colocara en la fachada o, al menos, en la parte trasera, la que presenta más dinamismo, para recordarlos siempre.
¡Enhorabuena a Rafael Moneo!, de verdad, por el premio; pero la visión a diario del edificio de El Grande, tan plano, tan vacío, tan inerte nos saca de quicio a muchos.