Lincoln y la Nieta
Lesmes Andueza se entrevista con la Nieta una tarde
del mes de enero. Hay una ciclogénesis explosiva, eso han dicho los meteorólogos
de la tele empeñados en alargar cada vez mes sus programas de información; o
sea que, como él ha preferido siempre, hace un frío del carajo. La Nieta recibe
a Lesmes con todas sus armas de seducción desplegadas, abuelo, ¿sabes?, te he
echado mucho de menos. Y a Lesmes le faltan palabras para corresponder a tanto
cariño, yo también a ti, princesa. La Nieta, una vez cumplida la ceremonia de
los afectos, se lleva a Lesmes a su habitación para presentarle las nuevas
adquisiciones jurásicas: pequeños monstruos que velan sus sueños y de día pelean
unos contra otros, los que vuelan contra los que caminan, en todo el espacio
libre del suelo convertido en campo de batalla. Cada dinosaurio tiene su
historia, su nombre y apellido. En caso de duda, la Nieta recurre a su
libro-catálogo para registrar científicamente el descubrimiento de algún recién
nacido. Algunos muñecos de los de siempre, pelo rubio de fibra, ojitos
expresivos y mofletes imploran en vano cariño desde la estantería, esta niña no
nos hace puñetero caso, parecen decir. Entra Mamá en el parque jurásico y
propone, deberías merendar. Yo quiero un batido; no, un batido no, mejor un
zumo; pero es que yo quiero un batido; te he dicho que no, que un zumo; bueno
vale. Y la Nieta desaparece pasillo adelante, camino del frigorífico. Cuando minutos
más tarde vuelve al parque jurásico, Lesmes sabe que algo ha ocurrido en la
cocina. Mamá lo confirma minutos después, no me has hecho caso, has tomado un
batido, ahora te vas a quedar un rato sola en la habitación pensando en lo que
has hecho. Pasan unos minutos en los que los dinosaurios han debido de hibernar
mientras vuelve el calor de la acción. Aparece la Nieta, ya he pensado; y ¿qué
has pensado?; pues he pensado que yo quiero usar mi libertad y si prefiero un
zumo pues cojo un zumo y no un batido. Lesmes Andueza pone cara de palo, a ver
qué remedio. Improvisa un cuento ejemplar en el que una leoparda recomienda a
sus leoparditos, empeñados en cazar ñúes, que se dediquen a jugar, que todavía
no están preparados para la caza, que la libertad no está reñida con la
obediencia. Pero la Nieta, que ha escuchado muy atenta, no está por la labor
didáctica, vamos a jugar a otra cosa. Días más tarde Lesmes Andueza ve la
película de Spielberg sobre los últimos días de Lincoln: un arrebato de patriotismo
que causa envidia en estos tiempos, un tesoro de convicciones profundas que
conmueven, y sobre todo un grito de libertad y modernidad que se impone sobre
radicalismos arcaicos. Pero en la cabeza de Lesmes Andueza no dejan de sonar las
palabras convencidas de la Nieta, yo quiero usar mi libertad. ¿Dónde las habrá
oído? Cuando Lesmes Andueza llega a casa se sirve un ron, aunque sabe que ya no
son horas, ¡por Lincoln, por la Nieta!
1 comentarios:
Estupendo texto, Jesús.
Un abrazo anduecético.
Juan Gracia Armendáriz
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