viernes, 3 de enero de 2020

2019-2020. Antes de entrar dejen salir

Renuncio a hacer balances. Tampoco quiero hacer una lista de buenos propósitos que, por lo general, conducen al aburrimiento. Mi memoria, cada día que pasa más selectiva, hoy solo retiene lo acontecido los últimos días. Es lo que sigue:

23 de diciembre. Coincido en la churrería Alameda de El Rollo con Óscar. La cola de los vecinos de San Nicolás sale por la puerta. Comentamos las ventajas e inconvenientes de preferir el chocolate al café con leche para mojar. Tema bizantino.

24 de diciembre. La Flaca me saca a pasear por El Soto, que todavía muestra las huellas del temporal reciente: prados que perecen lagunas y algunos patos que debían de pasar camino del Sur y se han encontrado con el regalo del arroyo Grajal corriendo. Por la noche, cena familiar con los hijos y la nieta. No oímos el discurso del Rey ni las gansadas de la tele. Improvisamos las nuestras.

25 de diciembre. Felicitaciones desde Estocolmo, Amancio (Cuba), Amberes, Argel, Madrid, Ávila. La tarde para ver en Netflix Los dos papas, una peli reveladora.

26 de diciembre. Suenan en la radio los ecos desganados de las negociaciones más bien negocios de ellos, con el ruido de fondo de tribunales, abogacías del Estado, partidos políticos y analistas: ¡un asco! Por alguna razón relaciono la confusión con la pularda rellena de ayer y estoy a punto de potar.

27 de diciembre. En el Mercado Chico se agolpa la gente para reforzar la despensa con vistas a Nochevieja y el Año Nuevo. Mi verdulero de cámara me mira con desconfianza cuando pido dos kilos de zanahorias, kilo y medio de calabaza y un par de granadas. Apenas se atreve a desearme feliz salida y entrada.

28 de diciembre. Recibo mi pedido de vinos y cavas catalanes. Mi rechazo de los “indepes” no llega a la paletería de maridar la política con la mesa: impugnar el queso Roquefort  por lo del Dos de Mayo o el ron cubano por el Desastre del 98. Dada nuestra historia, apenas podríamos poner en el plato algo más que nabos y borraja.

29 de diciembre. Nos las prometíamos felices en Madrid visitando la exposición de Los impresionistas y la fotografía  en el Thyssen, pero la cola y la hora prevista de acceso nos hacen desistir (otro día será); así que atravesamos la Acrópolis madrileña ─Neptuno, el Ritz en obras, la Academia, el Casón, el Salón de Reinos─ para entrar en  en El Retiro y pasear por el jardín del Parterre recordando otro tiempo. El sol y la mañana radiante anuncian UN PORVENIR mejor (otro día explicaré esto). Camino del almuerzo, entramos en Casa Mira: una cajita de marron glacé en recuerdo de Mamá y un roscón de Reyes, todo carísimo y el personal de la tienda como cuando Galdós. La comida en un restaurante gallego previa reserva. No se puede hacer caso de opiniones de los clientes en los foros.
Llegamos ansiando una buena merluza a la gallega, como aquella que servían en Pereira, en la Calle Cervantes; pero no, lo que sirven es merluza a la vasca en salsa verde, o un cogote, por cierto reseco. Pido llevarme las sobras (casi todo) para preparar un sopa de pescado con el acompañamiento de unas almejas para la comida de mañana. Eso me pasa por no ir donde siempre, a Las Bravas del callejón del Gato.

30 de diciembre. La sopa resultó riquísima.

31 de diciembre. Vamos a Pradosegar a felicitar a los amigos. Charo nos pone al día de acontecimientos y afanes, y nos regala unas morcillas de las de toda la vida. Ángel se pelea con la estufa. Ángeles y Begoña nos reciben en la casa familiar, (año 1903 reza en en dintel), que sigue guardando el recuerdo de los veranos de la infancia. Águeda se ha caído por la escalera y está magullada. Ya en casa, más felicitaciones y deseos de que antes de entrar dejen salir. Cena sencilla con cava. Pactamos no cumplir con el ritual de las doce uvas, ni con el de ver las memeces de Mota y los demás.

1 de enero. La mañana pegado al televisor. Primero la Misa desde San Pedro del Vaticano, ¡brillante espectáculo! El papa Francisco anda algo cojo.Y después, el Concierto desde Viena, este año dirigido y protagonizado por el letón Andris Nelsons, un entusiasta disfrazado de catalfalco. Genial todo: la misa y el concierto. La mañana de Año Nuevo es el último respiro antes de que mañana (hoy ya cuando escribo) dé comienzo el “año de la pularda”. ¡Que Dios nos tenga de su mano!

1 comentarios:

Caldeandrín Ediciones dijo...

Bueno, entre mis planes, una cosa que haré todos los días hasta el mismísimo 31 de diciembre de 2020 y más allá, es no prestar atención a la política local, regional y nacional. Si he de indigestarme, que sea de literatura -leída y escrita-, actividad física y comida sana. La Flaca.

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